miércoles, 9 de noviembre de 2011

ENTRE EL CISCO Y EL CARBÓN

 Dícese que en Salamanca tuvieron gran predicamento y ascendencia los trajineros y carboneros sin los cuales la ciudad, se decía, quedaba paralizada por el frío y la falta de recursos.

Trajineros oficiales los había con línea regular desde Madrid a la capital salmantina encargados de transportar condumios, recados y los buenos doblones que las familias de los estudiantes entregaban al paso de la diligencia en mesones, posadas y postas, bultos y no pocas prebendas que como valija habían de llegar hasta la mismísima Salmántica para que  sus vástagos pudieran seguir adoctrinándose.

Más negra era la vida de los que llegaban desde la sierra pues por carboneros se tenían los que se ganaban el apaño arrancando brezos  y  carbizos, olivando alcornoques y desmochando encinas que atizonaban después  entre humeros y fumarolas para conseguir el carbón y el cisco picón que más tarde repartirían por la capital.  Era de ver después de las muchas fatigas del viaje el paso por la puente romana; aquellas mulas con sus befos  humeantes, con los cascos envueltos en sacos de arpillera para que  no resbalaran en los gélidos adoquines de la calzada romana,  asustadas  por la falta de seguridad en la zancada y tensas por el restallar de la tralla que silbaba cual bastardo apagando el cascabeleo de sus colleras, una sarta de imprecaciones y el bramar de los arrieros anunciaba el inicio de la cuesta para pasar la muralla por la puerta del río, látigo y tralla, restallo y silbido; imprecaciones maldicientes de mozos y arrieros que se sumaban al esfuerzo apretando los riñones agarrados al sojao, los radios, las ruedas y hasta de las varas del carro tanto para empujar como  para evitar que este se encampinara y atentos siempre  a la voz del  mayoral que chillando y respirando por las partes pudendas cual cerdo en capadero arengaba a su cuadrilla a punto de echar el bofe por la boca, expulsando niebla y bajando santos de sus hornacinas  hasta verse seguro al otro lado de la cadena que cerraba el portón.

Todo esto lo daban por olvidado cuando caída la noche y después de haber repartido su negro botín se entregaban al reparador ejercicio de desembardar borricos y aligerar sus cargas que en bajando de la sierra bien se sabía que de matanza no había de faltar fardel o alforja del que el adobo no diera seña de presencia pues era de todos conocida la buena mano que para dar el punto a la pitanza tenían las serranas expertas por nacencia en este arte del que se decía no había zagala ni gurriato que en su casa no viera tajón cochinero ni carbón en el brasero.

Alrededor de la fogata no habían de faltar buenos quesos y mejor vino  que la sierra en ello no tenia parangón, mas aquellas alforjas que hinchadas parecían pellejos de aceite bien pronto quedaran en los huesos de no mediar la llamada al orden del gañan de la reala que poniendo a buen recaudo el condumio de regreso mandaba poner coto antes no quedaran más que migajas de sopa en caldo de cuaresma.
No se tenía por bueno trajinero o mozo de tralla que no tuviera a mano chascarrillo que contar o leyenda que narrar que dieron por ciertas después escritores como Lope de Vega, Calderón de la Barca o el mismísimo Cervantes, dando palabra en sus escritos a las andanzas de mozos y arrieros  como gente de duro oficio y menguado peculio.

Con la llegada del invierno recuerdo la importancia que los carboneros tuvieron  para resistir los gélidos inviernos Salmantinos, pero no recuerdo más  homenaje que el registrado en el cancionero charro donde se canta:

SALAMANCA LA BLANCA
QUIEN TE MANTIENE
CUATRO CARBONERITOS
QUE VAN Y VIENEN.

SIN CARBÓN SALAMANCA NO HUBIERA TENIDO UNIVERSIDAD

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona