La imagen de los mineros
marchando sobre Madrid me ha retrotraído a los tiempos en que mi padre
escuchaba una radio pirata desde donde La Pasionaria arengaba a los mineros de
la cuenca asturiana animándolos a
mantener una huelga indefinida que según ella paralizaría toda la
nación.
Desde mi visión de niño los mineros eran de hombres rudos, fuertes y combativos a los
que nada se les ponía por delante, capaces de fumarse los cartuchos de dinamita
después del café como quien fuma una faria mientras entonaban un himno que por
estar prohibido nadie más que ellos se atrevía a cantar en público. Los mineros
en definitiva eran para mi unos superhombres a los que nadie podía enfrentarse
si no querías salir malparado, pero de los que todos dependíamos si queríamos
que nuestras fábricas y talleres funcionaran.
Ahora los he visto llegar a
Madrid; la sensación ha sido muy
distinta vienen a pedir pan, vienen a pedir trabajo; ellos que fueron el
soporte y el motor de la España de Franco contra el que al mismo tiempo se
enfrentaron vienen a pedir a los partidos de la democracia por la que lucharon que
no se les deje en la estacada, que si cierran las minas no sabrían hacer otra
cosa, que quieren seguir sacando carbón
a pesar de las dificultades que representa la profundidad de los pozos y la
precariedad de su trabajo. Ellos eso si han conseguido entrar en Madrid
entonando su himno coreado a su vez por la gente del pueblo que los recibió
como los héroes de la resistencia.
Sus líderes sindicales se apuntaron
a la llegada pero ninguno se hizo responsable de no haber sabido gestionar este
desenlace ni quiso explicar que se hizo con las asignaciones económicas que la
comunidad europea destinó para dinamizar las cuencas mineras ni la
responsabilidad que los sindicatos deben asumir en todo este desaguisado.
Es tremendamente injusto que el
propio desarrollo que ellos ayudaron a crear sea el mismo que ahora los haga
desaparecer engullidos por la aterradora
y desastrosa espiral económica
que nos abruma, la minería al igual que otras muchas industrias empieza a
formar parte del pasado mientras los
hombres y mujeres que la hicieron posible engrosan las filas del paro sin más
horizonte que una subvención de supervivencia y un futuro tan negro como el
carbón que gestionaron.
SI LOS OJOS DE LAS MINAS SE
CIERRAN Y LOS DE ESPAÑA SE CIEGAN EL LAZARILLO QUE NOS MANDEN SE QUEDARÁ CON LA
HACIENDA
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tiene a su disposición este espacio para sus comentarios y opiniones. Sea respetuoso con los demás