Dormir
en el cuarto de las garrafas en aquella casa tan enorme significaba ser el
último “mohicano”, el olor a ginebra, anises
y vermut daban a la estancia un aire diferenciador que no siendo
desagradable permitía distinguir perfectamente la ubicación de aquel depósito
de enseres destartalados y alcoholes a granel.
La
cama turca en uno de los rincones de aquella habitación era testigo cada mañana
de la precipitación que el timbrazo de las siete ponía en marcha la maquinaria
del Plus Ultra, vestir peinar y arrear era todo uno por cuanto la puerta metálica
del establecimiento debía abrirse con puntualidad inglesa, después venia el
recorrido: entre otras cosas estropajo
de esparto y jabón casero en mano frotar
cada una de las muchas mesas mármol del establecimiento hasta conseguir el
blanco inmaculado que las partidas del día anterior habían profanado.
Así
comenzaba el día de cualquier aprendiz de nada y proyecto de poco de los años
cincuenta. El resto de la calle era más perezosa, los aprendices, mancebos y dependientes de las tiendas de los
alrededores esperaban con las campanadas de las nueve la aparición de sus
jefes, el sonido metálico de las persianas parecía ponerse de acuerdo para
saludar al nuevo día iniciando a continuación una danza de batas y guardapolvos que convertían aquella zona de la
calle Concejo en el mejor de los escenarios zarzueleros que se le hubiera
ocurrido al maestro Bretón; los plumeros y escobas cual cetros y báculos sagrados
cumplían con el deber de dar brillo y esplendor a las tiendas y fachadas compitiendo
entre sí en el bruñido del cobre de sus portadas y el esmerilando del cristal
de los escaparates.
Éramos
todos chavales muy jóvenes, demasiado jóvenes según la ley para comenzar a trabajar,
carne de cañón sometida a los vaivenes de de la vida a la que hubo que echarle
un pulso constante por conseguir hacer realidad el cada vez más alejado espejismo
del futuro.
Ahora
visitando mi tierra he podido conectar con alguno de aquellos compañeros, en todos
las mismas preguntas: ¿Qué hemos hecho mal para que ni siquiera ahora podamos
ver el futuro con tranquilidad? ¿Tan malos gestores hemos tenido para que nuestro
esfuerzo no merezca al menos una más tranquila recompensa?
SER
BUENOS Y HUMILDES NOS DECIAN, LO MALO ES QUE LES HICIMOS CASO
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