EL MONTERREY EN PELIGRO

El Monterrey murió para nosotros al desaparecer mi padre, entonces los trabajadores vivían la empresa como propia haciendo cómplices a todos los componentes de la familia. Su inauguración en 1954 supuso un vuelco en la economía domestica, el impecable chaqué con que se uniformó al servicio de comedor daba empaque y distinción al nuevo hotel en competencia directa con el llamado Gran Hotel único hasta entonces en su categoría en una Salamanca provinciana  que veía en las nuevas instalaciones la llegada del progreso y la modernidad. Los primeros tiempos no fueron agua de rosas, el entonces incipiente turismo nos llegaba en cuenta gotas y no siempre Salamanca estaba en las rutas que interesaba visitar. La estancia de asesores americanos en la base aérea de Matacán fue un buen empuje tanto en lo económico como de publicidad  hasta conseguir que algún grupo de “guiris”  comenzaran a dejarse ver en las puertas del recién estrenado Hotel.

Pocos recordarán que en la sala de fiestas del Monterrey tuvo acomodo durante largas temporadas un jovencísima y desconocida cantante llamada Rocío Jurado, tampoco que el hotel tuvo su equipo de futbol y que sus  derbis con su competidor Gran Hotel eran celebrados como revanchas de éxitos profesionales y aquí según el sentir de la época participaban las familias de los trabajadores como si de una empresa común se tratara, el viejo Calvario abría sus puertas desinteresadamente para que las dos aficiones dejaran sus trajes de gala y acomodándose botas prestadas y camisetas de “apaño” limaran sus diferencia con un balón de por medio y un jamón como premio.

No fue fácil recoger el armario donde estaban las pertenencias de mi padre, el respetuoso silencio de sus compañeros reflejaba el profundo sentimiento y homenaje  a quien había sido su compañero y amigo durante muchos años, su muerte prematura significó para nosotros en aquel instante el cierre de “su” hotel llamado Monterrey.

LAS IMÁGENES SON CHITOS EN EL CAMINO DE LOS RECUERDOS