Domingo quince de Enero, calle Vila Vilá - Barcelona, una
anciana llora desconsoladamente porque le han robado la muleta con la que a
duras penas podía mantenerse en pié. Varios vecinos organizan una rápida
colecta y consiguen en la farmacia más cercana una nueva para que la anciana
pueda regresar a su casa.
Quiero pensar primero en la precariedad en que debería encontrarse
la primera anciana que robó esa dichosa muleta y como se habría valido hasta
entonces para aliviar las dolencias, también
en la victima más directa que es la persona robada cuando es evidente el mal
originado y sobre todo cuando llora desconsolada por haber perdido el apoyo que
comparte con su hermana y el único medio
con que cuentan las dos para salir a la calle, los otros protagonistas son Ernest y Mariana que
organizan la colecta para conseguir reponer
el descalabro y haciéndolo descubren que
son vecinos de escalera desde hace tres años y no se conocían.
Los claro oscuros de esta historia son un reflejo de la sociedad en que vivimos, donde el vecino más próximo es un
desconocido, la precariedad habita en nuestro barrio pero somos incapaces de
reconocerla y la misma necesidad de ayuda se oculta como un estigma y solo se
manifiesta ante una situación forzada o una desesperada llamada de auxilio,
luego está solidaridad que fluye a golpe de efecto y emana por cada poro de
nuestro cuerpo cuando la evidencia nos sale al camino o nos estalla en la cara,
podemos estar adscritos a una O.N.G. por ser solidarios pero somos incapaces de
preocuparnos por nuestro vecino más próximo al que apenas saludamos para no
romper nuestro anonimato.
Mientras tanto el gobierno nos “regala” el aumento del 0´25 a
nuestra pensión, seguro que a la principal protagonista de esta historia no le
solucionarán gran cosa los céntimos que le correspondan, ni serán suficientes para enjugar las lagrimas
que en su desgracia derramó en la tienda que el
emigrante del barrio tiene abierta en horarios interminables, y que
contribuyó en gran parte en la colecta para conseguir amparar a su vecina.
Pensar que hoy día más del veinticinco por ciento de la población española
podrían haber protagonizado esta historia tendría que ponernos los pelos de
punta, pero es más espeluznante pensar que en muy poco tiempo la mitad de la
población estaremos viviendo en esta franja de indigencia y precariedad.
Los fundamentos de
esta mal llamada democracia están agrietados, de nada vale lamentarnos por los
incendios en viviendas por la llama de una vela o que la mala combustión de un brasero o estufa de
leña, ocasione la muerte de ancianos y
niños por inhalaciones de monóxido de carbono
si por otra parte impedimos conseguir otros medios más seguros rebajando
las pensiones, subiendo el precio del calor más básico como es la
bombona de butano o el recibo de la luz y dejando en manos de la sociedad civil
la solución y las ayudas más acuciantes e inmediatas mediante llamamientos a la
recogida de alimentos y el voluntariado social.
ECHAR MAS AGUA A LA
LAMPARILLA DE ACEITE NO EMITE MAS CALOR
IMPRESIONANTE, PERO TAN REAL QUE SIENTO MIEDO IMPOTENCIA POR EL FUTURO DEL LOS QUE VIENEN
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