Estoy traumatizado, en la carta no escrita en mi casa
figuraba un conjunto de ropa intima y allá que me fui con más recelo que
entusiasmo recorriendo las tiendas más elitistas de nuestra barriada.
En la primera ocasión salí zumbando de una tienda de lencería
abarrotada de féminas, tanto es así que
me vi metido de lleno en un desfile de ropa interior que nunca pensé que
pudiera darse entre las mujeres de mi barrio, no crean ustedes que fueran ellas
las escandalizadas no, el que salió por pies fui yo pero además dejando tras de
mí la rechifla de las mas liberadas que entre ademanes y risitas pedían que
volviera a entrar a los probadores para que diera mi opinión. Mas corrido que
una mona puse tierra por medio mendigando por las puertas varios establecimientos
hasta encontrar la tienda que me pareció
más discreta, una tiendita pequeña y
familiar donde una amable señora con gafas de monóculo y risa de dentífrico me
esperaba con los brazos abiertos dándome la bienvenida mientras yo recorría un pasillo
largo y mas eterno que mili en reclinatorio, no bien llegué a su altura solté
mi petición como quien pedía un condón en época de dictadura, ahí vinieron mis
sudores; la talla que yo definía acuencando las manos no me valió, y de ahí
salieron cajas de las estantería con encajes, sin encajes, braga, braguita, cuello
alto, caña baja, tanga, tanguilla, culote, copa grande, media copa, tirante,
sin tirantes, de medio pezón y no sé cuantos modelos y sistemas más, a todo
esto en el mostrador se almacenaba la mercancía, los sujetadores se mezclaban
con braguitas de satén, ligueros de cuplé y fibras de carbono, y modelitos levanta
culos, para más inri la tienda iba
llenándose de señoras repetidas que no solo se permitían aconsejarme si no que
además calculaban las tallas sobre ellas mismas, tal fue mi azoramiento que
aquí me tienen ustedes con una faja ballenera y enteriza metida en un aparatoso
embalaje que no me he atrevido a incluir entre vuestros regalos porque la
destinataria me la tiraría por la cabeza.
Ahora no sé cómo puedo deshacerme de ella, me da vergüenza volver a la señora de sonrisa
dentífrica para tratar de que me la cambie y cómo no veo manera de aplicarla a
cosa alguna temo que entre tanto mi esposa la descubra y pensando de mi lo que no soy y salga yo a
zurriagazos por la escalera abajo pidiendo misericordia. Total que me habéis
metido en un embrollo del que no sé cómo salir, por eso os escribo esta carta
por si tenéis por aquí algún paje rezagado para pediros que pase a buscarla y
con la escusa de haber venido equivocada quede yo libre de culpa y sobre todo
exento del servicio para próxima ocasiones, mientras tanto he recibido el pack de
calzoncillos de siempre y a decir de mi mujer no creo que la tienda estuviera llena
de hombres ni que estos se atrevieran a darle su opinión, ¡Ah! En esta puñetera moda los calzoncillos tienen
bolsa en la entrepierna y para disimular ya no sé si meter en ella unos
calcetines o aplicarla para acomodar el móvil, estoy apesadumbrado, os envío
esta carta con la confianza de que no os pille muy lejos y podáis retornar
rápidamente y sobre todo que no se entere mi mujer.
LAS BRAGAS DEBERIAN VENDERSE CON
RECETA MÉDICA
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tiene a su disposición este espacio para sus comentarios y opiniones. Sea respetuoso con los demás