Paso firme y mirada franca el ancho de la calle nos separa,
el abrazo no tarda y la fortaleza de su
brazo me hace sentir que está bien, su aspecto rocoso y lo tupido de su
cabellera lo hacen parecer más joven, no obstante tiene la edad que quiere
tener que es la del hombre libre de compromisos y disfrutador de la vida.
Me trae “el libro”,
ese libro que ha estado guardándome como un tesoro y con el que está
seguro me dará una alegría, hace tiempo que no nos veíamos, nuestras llamadas
de móvil espaciadas y necesariamente breves debido a su crónica afonía dejaron
siempre en suspenso una charla relajada, hoy tampoco disponemos de demasiado
tiempo pero la necesidad de vernos y sobre todo la ilusión por conocer el libro
del que tanto me ha hablado han hecho que compartir un café sea solo la promesa
y la antesala de una próxima velada.
Ha puesto en mis manos EL
HOLOCAUSTO ESPAÑOL de Paul Preston, un contundente volumen de 850
páginas, me deja señalada la página 29 en la que leo: un terrateniente de la
provincia de Salamanca cuando se enteró del alzamiento militar del 18 de Julio en
marruecos ordenó a sus braceros que formaran en fila, seleccionó a seis de
ellos y los fusiló. Se llamaba Gonzalo de Aguilera y Munro, todo ello ocurría
en su Dehesa del Carrascal de Sanchiricones entre los pueblos de Vecinos y
Matilla de los caños.
Mi amigo y además paisano me observa, está atento a mi
reacción, prefiero no decir nada mientras
me recreo en la dedicatoria que
ha escrito en el libro, las manos se me han quedado frías, mi reacción quizá no
es la que él se esperaba pero él no sabe que por dentro estoy intentando asumir
el valor del regalo y sobre todo el regalo de su tiempo.
Mi amigo Pedro que así se llama, ha sufrido cuatro
intervenciones debido al puñetero cáncer, según los médicos poca gente aguantó
tanto como para contarlo, el se me queja de algunas molestias pero sigue
trasladándose en moto y no duda en aprovechar cualquier ocasión que se le
presenta para mantenerse activo e incluso acudir a los cursos que imparten en la
universidad.
Me ha dejado en el autobús que me lleva a casa y mientras me
alejo lo veo despedirme desde esa parada que representa nuestra propia vida, la
vida de un jubilado y su amigo obligado a estar de baja con un diagnostico de
invalidez absoluta. El libro que llevo
debajo del brazo ha tomado vida propia, noto que su latir suena acompasado con
el de mi amigo Pedro al que empiezo a valorar como un superviviente al que
jamás oí quejarse pero al que desde ahora tendré siempre como ejemplo de
tenacidad y superación ante las adversidades. Su libro por supuesto está ya
tomando forma en el anaquel de mis conocimientos y no dudo que en más de una
ocasión sea motivo de alguna página de este blog. Gracias mi buen amigo el libro me ha encantado pero tu ejemplo me
parece más enriquecedor.
HAY AMIGOS ENTRAÑABLES PERO
POCOS ENTRAÑABLES AMIGOS
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