Iba el burro sandunguero calle abajo calle arriba, arreando
la botija el serón y la cobija, no tenia gran pasión, tampoco tenía ilusión,
tan solo las orejeras y el miedo a sufrir candela, mecía más bien el rabo
cuando detrás con el jarro la tropa se lo pedía, y esto vino a suceder al pobre de nuestro
burro que arto de tanto curro tres patadas disparó alcanzando al del porrón al
del cazo y la cazuela dando con todos en tierra y el tonel descogotó.
Llegan a mis manos las
memorias manuscritas del Marqués de las Encinolas en las que describe como allá
por los años treinta se montaba la feria de Abril en Sevilla, hay rasgos
quijotescos o como poco hilarantes y es que nuestro marqués para no ser menos
que sus competidores decidió trasladar a su caseta el gran piano de cola que presidia el salón de
su palacio, la odisea no es pequeña oigamos al marqués:
Mandé venir arrieros que tan lerdos eran que no fueron motivo
de mi confianza; al final Cimborrio el gitano hizo suya la encomienda, por
cuatro reales y cinco arrobas de vino se avino a lo que se convino y a ello
puso camino trayendo de su corrala una completa reala, doce tizones re- negros
pintureros como nácar, dos gitanas abundantes, churumbeles de gran casta y el Tío manolo “El Pelao” con
su burrito y su barca.
La levantá del piano ¡Senda! nada fácil fue volverlo, tampoco
la revolá pa girar sin mal romperlo y así ganaron la calle, así seguidos de un
perro con mas costillas que carne y una
liana por cuello. El piano en procesión, los gitanos costaleros y yo llevando
el pendón dijo el cimborrio a su dueño, la calle va y se empina, la cuesta
cuesta y patina, parada de procesión que el calvario se aproxima, no perdamos
ocasión penitencia y gasolina. El burro los vio llegar en una marcha cansina
más puestos a descansar y a comerse la cecina. La media arroba devino bien
pudieron degustar, el tinto tiñó las fauces, las pecheras y el faldón y al
tornar la procesión el santo casi voló pues fueron los costaleros tan bruscos
en el tirón que de milagro las teclas no perdieran más de un Do.
Arriba va la encomienda y al pasarla un guasón le puso mote
aquel santo al Santo llamó porrón, los
cofrades que lo oyeron no perdieron ocasión,
téngase el paso al instante que hay saeta o hay sermón y al pellejo del
buen vino otro tiento se le dio. Así catorce estaciones, catorce que conté yo,
las caídas no las cuento, debieron ser mas de dos y llegados a la feria terminó
la procesión. El piano cojitranco, los macillos salteados, la tapa colgada al
hombro y las cuerdas de excursión, pararon sé los cofrades alto aquí la
procesión, entronizaron al santo y el santo allí quedó, espatarrao y maltrecho
mas torcido que el gachó que salió como desecho de lo que fue bastidor, a mi
faltaron pedales pa darles más que aun serón
pero hablado de gitanos mejor……. benditos de Dios.
Y fue feria pa contar y fue feria pa reír, yo puse el piano
en medio y entre buen fino y fritura bautice la criatura con un porrón sefardí,
pues no en vano los gitanos pusieron en él la mano y por ellos lo perdí. Mas di
por buena la acción pues con ello logré
fama de rumboso y derrochón y entre la casta gitana me tuvieran por patrón, mas
no les diera ocasión de tornar a su capilla el santo de la coplilla, que
terminada la feria no quedara ni una astilla pues la fama del santón se corrió
por to la feria y la feria lo adoptó arrancando ya de paso reliquias de aquel
patrón, corrió mucha manzanilla y aun se dice en Sevilla que el marqués de la
coplilla nunca pierde condición ni tampoco la ocasión de presumir en cuadrilla.
-Del capítulo: tertulias en la rebotica
PIANO DE COLA:
CAMARERO DE GRAN GALA CON PAJARITA DE NACAR
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