viernes, 12 de mayo de 2017

EL PASO DE LA ADUANA, EL SOMBRERO DE CASA ANGÜESO

Era de fieltro muy gris tirando a oscuro, peludo, agradable al tacto  y cinta de seda, Eladio se había mirado en el espejo del armario el único en el que podía verse de cuerpo entero, se vio bien, se gustó y con aires dieciochescos marchó a jugar la partida, los amigos celebraron su aparición con grandes clamores alabando el buen gusto en la elección de aquel sombrero que alargaba su imagen  y favorecía sus andares.

La partida transcurrió con suerte alternativa y no pocos envites hacia aquel sombrero que colgado en el perchero  exhibía en su interior la procedencia de la sombrerería mas refutada de salamanca: Angüeso pasaje de la plaza mayor, consumida la tarde cada tertuliano marchó a su casa despidiendo con aspavientos la buena condición de aquel chapó.

Nuestro amigo Eladio siguió su rutina, al día siguiente se pasó por el café-cantina a echar la brisca, abrigo al perchero, sombrero al mismo brazo y vengan cartas que estamos en racha, al final de la tarde fue el clamor, el volumen de su cabeza de Eladio no parecía normal, a todo el mundo le llamó la atención un aumento desproporcionado, Eladio en principio no pareció inmutarse  pero tanta era la preocupación de los contertulios que decidió enderezar la marchar camino de casa, alguien le ayuda con el abrigo, otros se ofrecen para acompañarlo, los mas hacen corro tratando de protegerlo; nervioso coge el sombrero para marchar y se da cuenta de su deformidad, no consigue encajarlo en la cabeza, esta vez sí; esta vez está asustado no entiende nada, no acierta a saber que le puede haber pasado en tan corto espacio de tiempo, la cosa parece grave y cómo medico no sabe a que achacarlo, el sombrero no le cabe en la cabeza el asunto puede ser tremendamente delicado, alguien le insinúa que puede ser del fieltro de aquella especie de canotier que le produce alergia, balbucea que quiere ir urgentemente a Salamanca para ponerse en manos de un especialista, las caras de asombro no hacen sino acentuar cada vez más su autentico pavor, trata de conseguir llamar a Salamanca para concertar su ingreso en el hospital de la Santísima Trinidad, hay demora, no puede esperar, quiere alquilar un coche pero no hay ninguno libre, al fin con el sombrero debajo del brazo atraviesa las calles que lo separan de su casa decidido a encamarse y esperar el paso del tren que viene de Portugal y puede llevarlo hasta Salamanca.

La carcajada fue general, un vez mas Eladio había sido víctima de todas las bromas, su desmañada figura y su flema eran bien conocidas entre sus amigos, la tienda de Angüeso había sido la clave, conseguir el mismo sombrero pero dos tallas más pequeño,  había sido tan fácil  como ponerse de acuerdo con el revisor que venía en el tren desde Salamanca para que se pasara por allí y consiguiera la codiciada prenda, dar el cambiazo en el perchero solo había sido coser y cantar y todos de acuerdo habían hecho de coro y figurantes para dar realidad a la escena. Dicen que Eladio siempre socarrón devolvió la broma en la primera ocasión  grapando a la mesa el sombrero de sus amigos y nadie se explicó como otro dÍa pudieron ir a parar dos huevos fritos dentro del tricornio de un mando de la guardia civil, pero esto será tema para otro relato. Ocurría en Fuentes de Oñoro frontera con Portugal cuando los vistas de la aduana y otros funcionarios llenaban el tiempo entre el paso de  los trenes, este fin de semana Fuentes de Oñoro volverá a tener control de aduana.


                   SI EL TREN NO LLEGA METE MANO A LA FARDELA

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona