domingo, 7 de mayo de 2017

EL OFICIO DE APRENDER

El mundo televisivo se rasga las vestiduras, el escándalo nos llega de la mano de  Jordi Cruz al popular cocinero le llueven espinas y la indignación crece cuando se supone que el archiconocido cocinero no debe andar mal de cuantos cuando en su restaurante estrella Michelin el importe de un solo cubierto representa el sueldo mensual de cualquier trabajador, el admitir que sus aprendices no cobran un duro y que además deben sentirse agradecidos ha desatado una ola de protestas, pero nadie quiere enterarse bajo esa misma capa están cobijados muchos de los más afamados restauradores nacionales y extranjeros.
El darse por cobrado con las propinas es una práctica bastante extendida entre los del gremio,  hacer la temporada con gente llegada de fuera en régimen de acuartelamiento es moneda habitual y englobar en el mismo sueldo sagas familiares a todo servicio tampoco debe extrañarnos. Un seguro de accidentes cubre los riesgos laborales, desaparecer al menos atisbo de inspección otra de las normas y hacer firmar una nomina que no se paga también es práctica habitual. 
Esto que podríamos llamar explotación no es más que el estado de la miseria y la humillación creada por la situación económica, el parado de larga duración y con años a sus espaldas se ofrece a trabajar por lo que sea a cambio de sentirse útil y llevar comida a casa, el recién llegado acepta sin pestañear con solo tener cama y comida gratis , el que comienza su vida laboral y no ve salida intenta enganchar el carro de sus estudios haciendo mangas y capirotes  para cargarlo experiencia y hay también quien paga por trabajar para  poder estampar después en su currículo que estuvo trabajando en una empresa de prestigio.
Pero no busquen mucho, pregunten cuantos despachos de abogados   tienen trabajando en prácticas gente con carrera a coste cero, cuantos médicos ejercen en clínicas privadas a cambio de una bata blanca con logo del hospital, o clínica dental, o estudios de ingeniería etc. etc.
La España del progreso a retrocedido a los años sesenta cuando en Castilla trabajar suponía ser aplicado y sumiso sin pedir nada a cambio, pedir aumento de sueldo era violentar al magnánimo patrón que para bajarte los humos te recordaba constantemente que había muchos esperando por ocupar tu sitio,  terminar un trabajo después de la jornada laboral era norma general sin que aquello te supusiera ningún ingreso extra.
Los tiempos no han cambiado mucho el “Chino” o el “Paki” que regenta ahora una tenducha y no cierra ni los domingos era el paisano de antes esclavizado por necesidad en su tienda de barrio donde la puerta de atrás daba servicio las veinticuatro horas, el aprendiz sigue siendo el mismo pero se le llama becario, el parado que antes hacía lo que le mandaras es el mismo solo que ahora tiene móvil al que poder llamarlo, los pisos con realquilados o por habitaciones con derecho a cocina vuelven a ser norma e instalar la vivienda en la transcienda del local de negocio una necesidad.
Nos hicieron creer que éramos ricos, nos hicieron pensar que pertenecíamos a una nueva clase social  y nos hicieron gastar como si lo fuéramos mientras nos tendían la trampa de la globalización. El caso de Jordi Cruz solo ha puesto altavoz a la nueva situación donde una clase social a situado el epicentro de su riqueza en la desesperación de una sociedad sometida y sodomizada a la que no se dejó otra alternativa que el chiquero de la desestabilización, lo triste es que en este envite está el esfuerzo de toda una generación que tuvo como único pecado el de creer en sí mismos echándole un pulso al futuro, rasgarse las vestiduras cuando alguien airea su pecado es querer sujetar la venda que nos mantienen en la noche de la precariedad.

                   AL OFICIO DE APRENDER DOCTORADO EN AGUANTAR

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona