Templa la navaja para perfeccionar la zona de las patillas,
un cierto escalofrío me hace estar en
guardia mientras miro de reojo a los
ocupantes de las butacas que a mi derecha e izquierda pasan por el mismo
trance, una hucha petitoria situada sobre el aparador donde duermen los peines asegura
que lo recaudado será destinado a la construcción de una nueva mezquita, trato
de pasar el trance y casi cierro los ojos para no enterarme que la cuchilla
está rozando mi yugular, rezo por dentro, el roce rítmico contra la piel me señala
a qué altura está actuando, sufro lo
indecible cuando descansa de su tarea y no respiro hasta que sus manos liberan
mi cuello de la cinta que impide que el
pelo cortado se introduzca entre la camisa que llevo puesta, tomo aire cuando al
fin y sin novedad me incorporo al mundo de los vivos después de haber pasado
por el difícil trance de tener como barbero a un musulmán.
Es mi peluquero desde hace muchos años, he conocido a su
familia ya que viven en el mismo edificio donde tienen la peluquería, llegó a
España siendo un niño y por sus tijeras y navajas pasan cada mes cientos de
vecinos. Hoy le he preguntado por los atentados de Cataluña, no me ha
contestado y mientras una lagrima furtiva resbala por su cara, solo acierta a decirme que sus hijos tienen miedo de salir a la
calle y el mismo ha perdido mucha de su clientela, todo por unos niñatos
descerebrados a los que un loco imán inoculó su demencia.
Me he despedido de él con cierta pena y ahora me asaltan
dudan si pasarme al bando de los clientes desertores o seguir exponiendo mi
cuello al filo de una navaja cuya mano puede estar guiada algún día por el ayatolá
de su mezquita, por otra parte si lo
hago me habré sometido a un miedo que no
queremos sentir, abandono la peluquería gritando para mis adentros: no tinc por.
LA RAMBLA SUFRE, LA RAMBLA LLORA
SANGRE DE SANGRES, ¡MALDITA
HORA!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tiene a su disposición este espacio para sus comentarios y opiniones. Sea respetuoso con los demás