Recuerdo los carteles estampillados en las paredes de
Salamanca donde se prohibía la mendicidad callejera, el anagrama de Auxilio
Social, los amputados heridos en la guerra civil desplazándose con toscas
muletas artesanas, prótesis
manufacturadas que aguantaban cuerpos desmembrados o sillas con ruedas para salir a la calle tan
precarias como las alas de Ícaro a las que no podía dar el sol.
Hoy sigue habiendo mendicidad, la más latente está en la
calle a la vista de todos, ocupa portales envuelta en mantas y rodeada de su ajuar
de bolsas y cartones por todo patrimonio, es la casta más baja de la sociedad la
que llamarían intocables en otras latitudes, ro hay una segunda casta oculta bajo
techo que preserva su intimidad pero los aísla y sumerge en un submundo cada vez solitario, no es una mendicidad
limosnera ni pedigüeña porque la dignidad se lo impide, es la precariedad que
genera una cada vez más exigua pensión
esquilmada además por el aumento considerable de los precios en alimentación y
suministros básicos, cada día son más los hogares donde personas mayores lamen
su miseria a la luz del último rayo de sol, una pensión de supervivencia no da para más, la
soledad en la que viven y el aislamiento voluntario pero obligado empieza a conocerse
como la epidemia del siglo XXI, de soledad también se muere, la edad es un agravante y la precariedad el
desencadenante. Unos y otros me recuerdan los tiempos con que inicio de mi
escrito, el futuro halagüeño y prometedor de la democracia solo lo fue para
unos pocos a los demás se nos colocó desde siempre el cartelito de prohibido
pedir, pero nadie nos impuso el de prohibido gritar.
El próximo día 22 está anunciada en Barcelona una
manifestación reclamando la actualización de nuestras pensiones, el estado se
empeña en hundir a los mayores en las castas inferiores de la sociedad, la
banalidad con que anuncia el “aumento”
de nuestras pensiones nos subleva y ya por necesidad ya por amor propio el
próximo día 22 hemos de salir a la calle para gritarles que están ahí por nosotros, que de nada valen grandilocuencias ni eufemismos
de crecimiento económico cuando al mismo tiempo despilfarran y saquean el fondo
de nuestras pensiones, que nuestra pensión no es una limosna, que su hoy fue
nuestro ayer y su mañana nuestro presente. No esperamos que estén entre
nosotros los insignes próceres de la patria porque para ellos el agua de la
precariedad no les pasa de los tobillos, la llamada llegará tan solo a los descastados que
entramos en democracia por la puerta de servicio.
RECUERDA
QUE TU VOTO ES TAMBIEN LA LLAVE DE SU DESPENSA
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