La plaza mayor protege los jardines con barandillas de hierro forjado, en
su interior algunos bancos de piedra invitan a la contemplación, uniformes y manteos pululan por doquier, alrededor de
la clerecía una escuálida muchacha con una cántara al cuadril pasa de largo
dejando tras de sí una salamanca herida por las roderas de los carros y
horadada por las pezuñas de las caballerías, en el quiosco de la esquina se
alquilan tebeos y venden cigarrillos al menudeo, a su sombra algunos chiquillos
cuentan y no acaban de su última pedrea contra la pandilla del barrio vecino
San Bernardo y más de uno propone el asalto al depósito de los del barrio
de las tenerías que según dicen ya tienen acumulada mucha
leña para la hoguera de San Juan. Manolo “El limpia” con su peculiar atuendo
negro se detiene un instante para cambiar la caja de mano al tiempo que les
dirige una mirada de complicidad, no quiere perder tiempo, el día parece
propicio y su rincón en la plaza mayor
esquina concejo es muy goloso, allí hace tertulia con Emiliano el del carrito
de los helados de la Valenciana y más tarde son las dependientas de Siro Gay y
la academia de máquina de coser Alfa el objetivo de sus piropos, cercano al
mismo arco de la plaza en el bar Plus Ultra con su peculiar anuncio de cerámica
de anís del mono en la fachada, (firmado por Antonio Casas) se sirve el oloroso café portugués “La guapa”
producto del trapicheo ferroviario,
mientras en sus mesas de mármol los
parroquianos anotan a golpe de ficha los tantos de las partidas de dominó.
En la calle las chicas “de servir” con uniformes de faena dan los últimos
bayetazos buscando con la mirada a las compañeras de vecindad, la única tarde
libre de la semana no daba para mucho y si en algo se habían especializados es
en alargar a base de recuerdos sus encuentros en libertad, el cercano pasaje
del cine Coliseúm es lugar a conquistar en medio de un nuevo baldeo de agua,
mientras a hurtadillas se enseñan la última foto y pasan información de las
posibles casas que buscaban “chacha” para todo, veinticuatro horas al servicio
de los amos durante toda la semana salvo unas horas libres el jueves por la
tarde no dan para muchas alegrías,
cambiar de casa no siempre se hace por un aumento de paga, un mejor
trato y mejor comida han decidido cambiar a una compañera que en aquel momento
busca la complicidad de una amiga para transportar el baúl de su ajuar,
mientras tanto el ruido de mesas y sillas llama la atención de las jóvenes
sirvientas, los camareros de Las Torres y El Pasaje avispados por su presencia
llaman su atención mientras instalan sus terrazas de la plaza mayor, con un
giño pasajero y una sonrisa nerviosa dos corazones firman el acuerdo para
seguir viéndose en los paseos de los jueves.
Para el domingo se anuncia misa cantada, un zagal hace cálculos
administrando mentalmente su paga dominical, los céntimos para el tebeo, alguno
más para comprar recortes a las monjas del convento de la Madre de Dios y
quizá, quizá aun pueda sobrar algo para pipas y regaliz, total, unos cincuenta
céntimos sin meter nada en la hucha, un despilfarro; pero un día es un día ¡Ah!
Mucho cuidado con las chicas porque si te ven los curas hablando con alguna de
ellas o alguien se chiva terminas el domingo castigado contra pared. ¡SILENCIO! SE RUEDA……
LA BRUMA DEL TIEMPO CUBRIÓ UNA GENERACIÓN
FANTASMA
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