lunes, 4 de junio de 2018

LA SALAMANCA DE AMENÁBAR



La plaza mayor protege los jardines con barandillas de hierro forjado, en su interior algunos bancos de piedra invitan a la contemplación, uniformes  y manteos pululan por doquier, alrededor de la clerecía una escuálida muchacha con una cántara al cuadril pasa de largo dejando tras de sí una salamanca herida por las roderas de los carros y horadada por las pezuñas de las caballerías, en el quiosco de la esquina se alquilan tebeos y venden cigarrillos al menudeo, a su sombra algunos chiquillos cuentan y no acaban de su última pedrea contra la pandilla del barrio vecino San Bernardo y más de uno propone el asalto al depósito de los del barrio de  las tenerías  que según dicen ya tienen acumulada mucha leña para la hoguera de San Juan. Manolo “El limpia” con su peculiar atuendo negro se detiene un instante para cambiar la caja de mano al tiempo que les dirige una mirada de complicidad, no quiere perder tiempo, el día parece propicio  y su rincón en la plaza mayor esquina concejo es muy goloso, allí hace tertulia con Emiliano el del carrito de los helados de la Valenciana y más tarde son las dependientas de Siro Gay y la academia de máquina de coser Alfa el objetivo de sus piropos, cercano al mismo arco de la plaza en el bar Plus Ultra con su peculiar anuncio de cerámica de anís del mono en la fachada, (firmado por Antonio Casas)  se sirve el oloroso café portugués “La guapa” producto del  trapicheo ferroviario, mientras  en sus mesas de mármol los parroquianos anotan a golpe de ficha los tantos de las partidas de dominó.

En la calle las chicas “de servir” con uniformes de faena dan los últimos bayetazos buscando con la mirada a las compañeras de vecindad, la única tarde libre de la semana no daba para mucho y si en algo se habían especializados es en alargar a base de recuerdos sus encuentros en libertad, el cercano pasaje del cine Coliseúm es lugar a conquistar en medio de un nuevo baldeo de agua, mientras a hurtadillas se enseñan la última foto y pasan información de las posibles casas que buscaban “chacha” para todo, veinticuatro horas al servicio de los amos durante toda la semana salvo unas horas libres el jueves por la tarde no dan para muchas alegrías,  cambiar de casa no siempre se hace por un aumento de paga, un mejor trato y mejor comida han decidido cambiar a una compañera que en aquel momento busca la complicidad de una amiga para transportar el baúl de su ajuar, mientras tanto el ruido de mesas y sillas llama la atención de las jóvenes sirvientas, los camareros de Las Torres y El Pasaje avispados por su presencia llaman su atención mientras instalan sus terrazas de la plaza mayor, con un giño pasajero y una sonrisa nerviosa dos corazones firman el acuerdo para seguir viéndose en los paseos de los jueves.

  
Mientras tanto la calle de la compañía retumba con estrepito al paso de los soldados y carruajes del cuerpo de ingenieros que marchan de maniobras camino de Tejares, los niños del colegio salesiano de San Benito en perfecta formación en su camino de misa diaria les han cedido el paso, el ruido de las tachueladas botas de los soldados a paso de marcha sobre el adoquinado ejercen en la grey infantil una cierta fascinación solo superada por el restrellar de los látigos que a modo de caravana del oeste los soldados manejan con soltura incitando a las caballerías para que tomen con ímpetu la subidita de la calle hacia la clerecía. Después la iglesia de San Benito oscura y triste acoge en su penumbra aquella masa infantil donde la disciplina y el buen orden no tiene nada que envidiar a la de los soldados que habían pasado de largo, la misa con oraciones pautadas milimétricamente hacen aun más lóbrega la estancia en un murmullo que rebota entre los enterramientos los Maldonado que adosados en sus muros laterales parecen aburrirse desde la eternidad.

Para el domingo se anuncia misa cantada, un zagal hace cálculos administrando mentalmente su paga dominical, los céntimos para el tebeo, alguno más para comprar recortes a las monjas del convento de la Madre de Dios y quizá, quizá aun pueda sobrar algo para pipas y regaliz, total, unos cincuenta céntimos sin meter nada en la hucha, un despilfarro; pero un día es un día ¡Ah! Mucho cuidado con las chicas porque si te ven los curas hablando con alguna de ellas o alguien se chiva terminas el domingo castigado contra pared. ¡SILENCIO! SE RUEDA……
 
 LA BRUMA DEL TIEMPO CUBRIÓ UNA GENERACIÓN FANTASMA

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona