Debido a la nueva tendencia de calzado la profesión de limpiabotas puede darse por desaparecida, era un gremio arraigado en la Salamanca de los años sesenta donde el hacer que te limpiaran los zapatos públicamente era demostración de poderío económico y el ego tenía su cátedra. Cada establecimiento de hostelería disponía de su “limpia oficial “sin que nadie le disputase el puesto si no quería enfrentarse a un colectivo cerrado a los intrusos, su indumentaria siempre de negro, la caja cogida por el reposapiés y la tajuela tachonada bajo el brazo eran una especie de santo y seña de la profesionalidad, “el limpia del casino” tenía el uniforme propio de la entidad sin que con ello tuviera derecho a sueldo alguno, tan solo el beneficio de trabajar siempre bajo techo y la particularidad de tener clientes fijos.
En el Plus Ultra saciaban su sed alguno de los más conocidos, sus comentarios competían con los ardides del Lazarillo del Tormes y el doctorado en leyes de arrabal, sus triquiñuelas para ganarse la propina de los mas rumbosos, su manera de atraer a la gente de paso y su lectura de cada personaje con solo ver sus zapatos era todo un tratado de sicología mundana nunca recogida en tratados universitarios. La limpieza tenía un decálogo no escrito que podía alargarse si el personaje merecía la pena o podía acortarse si la concurrencia era más ostensible, en la caja disponían de anilinas y betunes negros y marrones y solo en casos muy exenciónales alguno disponía del blanco, también había una caja de cera neutra y un juego de cartones que encajaban en los zapatos evitando manchar los calcetines.
Aquellos amigos que se distribuían por los arcos de la plaza mayor no dudaban en correr a ponerse a los pies del poderoso al que ostensiblemente guardaba pleitesía obviando a los más plebeyos o se disputaban a los primeros “guiris” que aparecían por aquella Salamanca Unamuniana con ganas de descubrir rincones y personajes pintorescos a los que la tarifa por servicio siempre arbitraria les parecía ridícula y que sumada la verborrea del hombre de negro que tenían a sus pies no dudaban en compensar espléndidamente como una parte más del servicio.
EL LIMPIA Y EL MACARRA
No prejuzgues, no sentencies
no me ocultes lo que eres
que teniéndome a tus pies
se de ti más que tu quieres.
Torcido tienes el gesto
fanfarrón de mil quereres
tienes el genio muy presto
y falto estas de mujeres.
Pisas tabernas del cuento
entre putas y burdeles
pocos cuartos, chupas trago
y pernoctas donde puedes.
En pensión de dos al cuarto
o en un cuarto sin paredes
entre esterillas de esparto
y por almohada pesebres.
No me digas donde ajuaras
ni que perfume prefieres
que de lo uno y lo otro
tú por trueque los adquieres.
En los tugurios de saldo
de día tiendes tus redes
y de noche en mancebía
con desechos de la hombría
y carne de mercaderes.
Me lo dicen tus zapatos
gastados como los tienes
los tacones carcomidos
la suela dando vaivenes
los cordones desiguales
y jorrados los empeines
y tan mal olor despides
que mas vale que me olvides
y que lustre tus zapatos
aquel que como a los gatos
alumbra la luna a ratos
maullando por cuchitriles.
J. Hernández
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