En
el país de los mesones hay cartas y telegramas
las unas tienen posdata los otros tienen
soflamas:
Abierta fue la misiva que en un achuchón urgía
mucha fue la expectación más breve lo que allí
había
fue todo un quemazón con azufre y malvasía,
todo breve, todo denso, vino pronto, puro, intenso,
tomó vida
la aspillera vomitando a sangre y fuego
sin pensar que dicho acto al rasgar mal viento
haría
y
puesto ya que se puso cargó con fuerza el obtuso
y allá largó y allí puso la despensa que tenia,
salieron los macarrones, el chorizo la ambrosia,
la alubias, los garbanzos y hasta jarro de
sangría
que rebotando en las partes tanto eco supondría
que
hubo de hacer silencio por ver de dónde venía,
fue
de aquí válgame dios, fue de allí por la fe mía,
por allí se me parece que el rastro bien que
se guía.
No fue mucho lo indagado, a poco aparecía
quien
sin trabuco en la mano, la mano aún se le olía
y
fue tanta la presión y tanto de carga había
que
fue más que un coscorrón lo que encima le venia
si
no fuera porque pronto una carta allí se abría.
El
sobre fue de los largos de los de carta de usía
de
los comprados por metros, de a medida y con guía
rasgó,
rasgó a dos manos, más de un metro creo que hacia
y
fue rasgar y romper, tres galones de legía
poque
mas falta hicieran pa tanta caligrafía
aquello
ni Satanás ni el santo oficio podría
aguantar
aquel mensaje que tiempo encerrado habría
no
sonó el muy cobarde, lo urdió con alevosía
y
al saltarnos de improviso nos pilló como
él quería
descansando
y desarmados con las napias sin vigía
y
fue tanto lo allí escrito y tanta caligrafía
que
no hubo allí escribano ni pluma se suponía
que
aguantara los embustes que el tal mancebo decía
que
si su santa impaciencia, que de aquello padecía
que
aguantó la incontinencia pero el dique se rompía
que
juntó los dos portones pero ni aún así él podía
y
fue tal la inundación y tanto el apretón
decía
que
ni pidiendo a san Roque la puerta se contenía
y
allá que te va el mondongo allá que salió la ría
primero
los fuegos fatuos, después como una sandia
se
abrieron tantas espitas que el cielo se oscurecía
y
tanta fue la tormenta y tanto trueno rugía
que
huimos en desbandada por puertas y
celosía,
¡a
mi soplillos de esparto!, ¡a mi bomberos! decía
aquel
el de la escayola que a gritos le maldecía.
muy
duro fue el desalojo, el que mas no se atrevía
a
retomar el asiento que a poco le guarecía,
el
portador del trabuco por la gatera reía
mientras
echaba las tripas, por el trombón que tenia
el
aire quedó impregnado, nuestra tez palidecía
abrir
puertas y ventanas, taponar la tubería
que
muera en su mismo cieno el autor de esta herejía
y
todos dimos por cierto que a partir de aquel mal día
alubio
llamar al uno, al otro… el mulo de artillería.
EN AÑO NUEVO, PELLEJO INFLADO, RONCON CORTO Y PUNTERO
AFINADO
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