La pasada borrasca acabó convirtiendo las papeleras en un
camposanto paragüeril, cientos de
paraguas encontraban en ellas su sitio
con las enaguas al aire y varillas como espetones, ya no hay paraguas de
los de antes de los de toda la vida aquel que pasaba de una generación a otra,
paraguas de gallina clueca que daba cobijo a una familia entera y sobraba sitio
para la vecina que acogías en la calle, aquellos paraguas no se rompían fácilmente
pero si sucumbían ante algún desaguisado siempre estaba el hojalatero de turno que
recomponía varillas y sujetaba empuñaduras, ahora no, ahora son paraguas de
usar y tirar, aquellos paraguas eran serios y hasta un poco lúgubres pero eran
paraguas en condiciones negros como las urracas pero fuertes y con garras de águila,
en la familia solo había un paraguas y hasta se prestaba entre vecinos cuando
se aproximaba algún nubarrón.
Algo parecido nos pasa a los que ya torcimos la esquina de
los setenta y es que seguimos siendo la generación del paraguas único y
reparable, en otro tiempo estaríamos ya en la papelera particular, ahora
gastamos en engrasadores y reparaciones pero seguimos estando útiles y como los
paraguas antiguos que cerraditos aún mantenemos la compostura lo malo es cuanto
tenemos que levantar el vuelo, se nos vienen encima todos los achaques y no hay
varilla que no chirríe ni empuñadura que no se tuerza, tener que salir del
paragüero es acudir a la caja del ojalatero buscado ungüentos para artrosis, los
reumas y el tembleque de la dentadura, eso sin contar que la ciática no se te
encoja y terminemos como los paraguas de bolsillo con la bisagras encogidas y dando
alaridos con la varilla atravesada.
Visto lo visto somos paraguas de verano donde puedes presumir de estar pero no tienes que
demostrar, donde el remache oxidado está protegido y no pide árnica y la empuñadura mal que bien aguanta
la figura sin despeinarse, el verano
digan lo que digan es lo mejor para los que somos paraguas de toda la vida
aunque la vecina no nos pida ni prestados.
AL PARAGUAS ALMIDONADO LA LLUVIA LE CUELGA CAIRELES
J. Hernández
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