La parejita
siempre del brazo, siempre juntos, siempre sonrientes, han rebasado con creces
los noventa años, se siguen queriendo, se dan besitos y se ruborizan como si
fuera la primera vez, tengo el privilegio de verlos pasear por mi barrio y procuro pararme e interesarme por su salud
embromando con su vida marital solo por ver cómo los picaros ojos de ella hacen
enrojecer a su marido. Ahora hace tiempo que no los veo, me preocupa, no tengo
teléfono ni dirección al cual llamarlos, temo que su sonrisa se haya truncado, pero
nada borrará su imagen en mi retina.
A SU BRAZO
Arqueando
su brazo el camina
y a
la vera lo hace su mujer
enlazando
a su manga su pashmina
como
asa segura de poder.
Transitan
bajo el peso del destino
intentando encajar y componer
este
cuerpo hecho ahora peregrino
de
la senda sin retorno del ayer.
El
espejo del tiempo los deforma
es
ahora cóncavo sin moldura ni bisel,
atacó sus huesos la carcoma
y en
los ojos telarañas por dosel.
Son
dos juncos mecidos por el viento
tremolados
por el soplo de vejez
que
inclina hacia el suelo el firmamento
inseguros
por precaria lucidez.
No
quiere dejar que ella lo sienta
no
querría le viera mendigar
una
pócima que pusiera a ella buena
aunque
el alma él tuviera que embargar.
En
su mente aún vive su retrato
el
que hace que no pueda olvidar
que
lleva al brazo la dama de sus sueños
la
del beso robado que un día pudo dar.
J.
Hernández
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tiene a su disposición este espacio para sus comentarios y opiniones. Sea respetuoso con los demás