La vida está llena de contrastes, hace unos días estaba en la
cama de un hospital con la incertidumbre del día después, ahora me dispongo
para salir de viaje donde ocuparé otra cama todo incluido y sin ninguna interferencia
en medio de la noche para tomarme la temperatura ni revisar la ampolla de
suero, no sé cómo me irá en esta aventura pero cuesta romper la rutina que
divide los días entre grupos de amigos, aficiones y las cabezaditas del medio
día en el sofá junto a tu mujer intentando seguir las noticias a través de la
televisión, los jubilados como las
hormigas tenemos un camino que sabemos de memoria y nos cuesta adentrarnos en
veredas semidesconocidas.
En este tiempo el ambiente de la preparación de un viaje ha
cambiado mucho, antes había niños dando saltos de alegría alrededor de las
maletas (que dicho sea de paso siempre abultaban más que el propio maletero),
donde el empeño de llevar un juguete determinado podía provocar una discusión, el empecinamiento de quien ocupaba el asiento
del ayudante era batalla segura o simplemente tener que renunciar a llevar a la
mascota podía predeterminar un inicio de viaje lacrimógeno y de moco caído.
Nuestros viajes familiares se hicieron celebres porque nunca podían faltar las empanadillas
con las que obsequiar a los cobradores de autopistas, las paradas
obligatorias estaban pre-establecidas y
la hora de salida estaba condicionada al último retortijón de vientre, el
olvido de la crema para el cutis o dar la vuelta a poco de salir para asegurar
que la llave del agua estaba cerrada, fuera de este guion todo pasaba por
someterlo a consenso de la unidad familiar y en última instancia por la
dictadura del “ya veremos”.
Ahora es distinto, las maletas no pueden exceder de un peso determinado,
tampoco hay niños dando saltos y ni siquiera se nos acurre llevar empanadillas
por que en el avión es difícil que haya un cobrador de ventanilla, tienes que respetar
los horarios y como poco hacer dos horas de imaginaria delante del mostrador de
la compañía y eso sí, demostrar que no llevas ni siquiera agua para paliar la
angustia que te supone tanto control y tanta espera.
VIAJAR ES LLENAR UN PARÉNTESIS CON VIDAS
AJENAS
J. Hernández
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