martes, 25 de febrero de 2020

DE CAMA A CAMA


La vida está llena de contrastes, hace unos días estaba en la cama de un hospital con la incertidumbre del día después, ahora me dispongo para salir de viaje donde ocuparé otra cama todo incluido y sin ninguna interferencia en medio de la noche para tomarme la temperatura ni revisar la ampolla de suero, no sé cómo me irá en esta aventura pero cuesta romper la rutina que divide los días entre grupos de amigos, aficiones y las cabezaditas del medio día en el sofá junto a tu mujer intentando seguir las noticias a través de la televisión, los jubilados  como las hormigas tenemos un camino que sabemos de memoria y nos cuesta adentrarnos en veredas semidesconocidas.

En este tiempo el ambiente de la preparación de un viaje ha cambiado mucho, antes había niños dando saltos de alegría alrededor de las maletas (que dicho sea de paso siempre abultaban más que el propio maletero), donde el empeño de llevar un juguete determinado podía provocar una discusión,  el empecinamiento de quien ocupaba el asiento del ayudante era batalla segura o simplemente tener que renunciar a llevar a la mascota podía predeterminar un inicio de viaje lacrimógeno y de moco caído. Nuestros viajes familiares se hicieron celebres porque nunca podían faltar las empanadillas con las que obsequiar a los cobradores de autopistas, las paradas obligatorias  estaban pre-establecidas y la hora de salida estaba condicionada al último retortijón de vientre, el olvido de la crema para el cutis o dar la vuelta a poco de salir para asegurar que la llave del agua estaba cerrada, fuera de este guion todo pasaba por someterlo a consenso de la unidad familiar y en última instancia por la dictadura del “ya veremos”.

Ahora es distinto, las maletas no pueden exceder de un peso determinado, tampoco hay niños dando saltos y ni siquiera se nos acurre llevar empanadillas por que en el avión es difícil que haya un cobrador de ventanilla, tienes que respetar los horarios y como poco hacer dos horas de imaginaria delante del mostrador de la compañía y eso sí, demostrar que no llevas ni siquiera agua para paliar la angustia que te supone tanto control y tanta espera.

          VIAJAR ES LLENAR UN PARÉNTESIS CON VIDAS AJENAS
                                                                                  J. Hernández

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona