miércoles, 18 de mayo de 2011

LORCA, O LA DESIGUALDAD EN LA DESGRACIA

Las campanas no se caen, los pisos no se derrumban, los coches no son aplastados y desgraciadamente las muertes las produce el hambre; al lado de esto, dormir bajo techo aunque sea de lona es un lujo, conseguir comida con extender la mano es un milagro, disponer de una manta limpia, una delicia y sentirte consolado, una entelequia. Naggar intentaba por todos los medios ser útil, trataba de ayudar aunque nadie se lo pidiera y en el fondo se sentía afortunado, no había perdido nada porque nada tenía antes del terremoto y ahora podía disponer de una manta, comida,  un  cepillo de dientes , una colchoneta y hasta toallas con que secar su piel abetunada, pero sobre todo le satisfacía sentirse como uno más,  que sus manos de jornalero habían dejado de serlo para convertirse en manos de  ciudadano luchando codo con codo junto a sus vecinos contra una desgracia que los había medido a todos por el mismo rasero.

No muy lejos de allí Ángel mantenía también su lucha por la supervivencia, él al igual que los habitantes de Lorca lo había perdido todo, una maldita hipoteca sin pagar se había llevado por delante muchos años de esfuerzo y sobre todo le dejaba empeñado para toda la vida imposibilitándole para rehacerse unas leyes del todo injustas que no sólo ponían su patrimonio en manos de los grandes bancos sino que además debería seguir trabajando para ellos hasta amortizar su deuda. Ángel envidió por un momento a los damnificados de Lorca, ellos habían sido víctimas de una desgracia natural que les daba  derecho a recibir ayudas del gobierno, de  las autoridades de su autonomía, privilegios fiscales para él impensables  y la disposición de todo el mundo en solidarizarse con su desgracia. Ángel envidiaba incluso la historia de Naggar que podría empezar de cero junto a sus convecinos  pero sin cuentas atrasadas que saldar. Maldijo la mala suerte que se recrea en su desgracia y no le da derecho a ninguna ayuda ni tabla de salvación; maldijo a los políticos con sus promesas grandilocuentes ante el terremoto de Lorca, los mismos gobernantes  que estaban consintiendo que miles de familias como él  se hundieran en la miseria por haberles creído cuando decían que estábamos en tiempos de bonanza. A nadie parece importarles que sean muchas más las familias damnificadas por las malditas hipotecas que las que lamentablemente están padeciendo por la catástrofe natural.

LOS  “ÁNGELES” DE ESPAÑA COMIENZAN A POSARSE EN LAS PLAZAS PÚBLICAS,  MALO ES QUE LA PACIENCIA DE PASO A LA DESESPERACIÓN

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona