martes, 10 de enero de 2017

QUERIDOS REYES MAGOS

Estoy traumatizado, en la carta no escrita en mi casa figuraba un conjunto de ropa intima y allá que me fui con más recelo que entusiasmo recorriendo las tiendas más elitistas de nuestra barriada.

En la primera ocasión salí zumbando de una tienda de lencería  abarrotada de féminas, tanto es así que me vi metido de lleno en un desfile de ropa interior que nunca pensé que pudiera darse entre las mujeres de mi barrio, no crean ustedes que fueran ellas las escandalizadas no, el que salió por pies fui yo pero además dejando tras de mí la rechifla de las mas liberadas que entre ademanes y risitas pedían que volviera a entrar a los probadores para que diera mi opinión. Mas corrido que una mona puse tierra por medio mendigando por las puertas varios establecimientos hasta encontrar la  tienda que me pareció más discreta, una tiendita pequeña  y familiar donde una amable señora con gafas de monóculo y risa de dentífrico me esperaba con los brazos abiertos dándome la bienvenida mientras yo recorría un pasillo largo y mas eterno que mili en reclinatorio, no bien llegué a su altura solté mi petición como quien pedía un condón en época de dictadura, ahí vinieron mis sudores; la talla que yo definía acuencando las manos no me valió, y de ahí salieron cajas de las estantería con encajes, sin encajes, braga, braguita, cuello alto, caña baja, tanga, tanguilla, culote, copa grande, media copa, tirante, sin tirantes,  de medio pezón  y no sé cuantos modelos y sistemas más, a todo esto en el mostrador se almacenaba la mercancía, los sujetadores se mezclaban con braguitas de satén, ligueros de cuplé  y fibras de carbono, y modelitos levanta culos,  para más inri la tienda iba llenándose de señoras repetidas que no solo se permitían aconsejarme si no que además calculaban las tallas sobre ellas mismas, tal fue mi azoramiento que aquí me tienen ustedes con una faja ballenera y enteriza metida en un aparatoso embalaje que no me he atrevido a incluir entre vuestros regalos porque la destinataria me la tiraría por la cabeza. 

Ahora no sé cómo puedo deshacerme de ella,  me da vergüenza volver a la señora de sonrisa dentífrica para tratar de que me la cambie y cómo no veo manera de aplicarla a cosa alguna temo que entre tanto mi esposa la descubra  y pensando de mi lo que no soy y salga yo a zurriagazos por la escalera abajo pidiendo misericordia. Total que me habéis metido en un embrollo del que no sé cómo salir, por eso os escribo esta carta por si tenéis por aquí algún paje rezagado para pediros que pase a buscarla y con la escusa de haber venido equivocada quede yo libre de culpa y sobre todo exento del servicio para próxima ocasiones, mientras tanto he recibido el pack de calzoncillos de siempre y a decir de mi mujer no creo que la tienda estuviera llena de hombres ni que estos se atrevieran a darle su opinión, ¡Ah!  En esta puñetera moda los calzoncillos tienen bolsa en la entrepierna y para disimular ya no sé si meter en ella unos calcetines o aplicarla para acomodar el móvil, estoy apesadumbrado, os envío esta carta con la confianza de que no os pille muy lejos y podáis retornar rápidamente y sobre todo que no se entere mi mujer.


            LAS BRAGAS DEBERIAN VENDERSE CON RECETA MÉDICA

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona