No, no, no, a estas alturas ya no puedo rectificar, llegados
a estas latitudes lo mas que puede uno es admitir sus errores, ya no valen
giros a derecha o izquierda ni cambios de carril, lo hecho, hecho está y lo no
hecho ya no tiene tiempo de nacer. Es el momento de hacer balance un balance
que por ser propio e intimo no tiene necesidad de alterarse o todo lo mas te
permite hacer un asiento en el libro de balances justificando un desfase
negativo, pero hoy no va de eso hoy estoy en valorar resultados a pesar de mis
fracasos.
Mi vida no fue fácil como no lo fue para otros muchos de mi
generación que nacieron emparedados entre la generación que vivió la guerra y
otra generación a la que obligaron a madurar contra reloj sin más vitaminas que las conseguidas por la
intuición y el esfuerzo, nadie nos puso en el mundo unos saberes bajo el brazo
ni una hacienda donde el grano necesitara aventarse, la cosa fue más sencilla,
te nacieron, te pusieron de pié y la vida te dijo que te pusieras a correr, con
este bagaje abriste la trocha que habría de conducirte a los tres cuartos de
siglo que ahora disfrutas.
Ahora es el momento de coger resuello, mirar en pretérito y
ver que queda detrás del tramo recorrido, y si bien no me puedo quejar mejor diría puedo estar contento cuando veo
que mis fracasos son sus triunfos y mis desfases sus compensaciones, hablo de
mis hijos, buena gente, trabajadores por demás y comprometidos con la vida,
muchas veces he sentido que pude
hacerles daño con mis caídas, que mi interés por el futuro no me dejó pensar en
su presente que les hice madurar en la
misma escuela que yo profesé y que al empezar a volar no fui precisamente el
halconero que les esperara al otro lado de sus ensayos con la recompensa
preferida, pedirles perdón no me redime, alegrarme de sus éxitos es apropiarme
de algo que no me pertenece, pero nadie puede privarme de la satisfacción de
verlos limpios de corazón y triunfadores
en una carrera librada a cuerpo limpio contra una sociedad cuajada de obstáculos,
llena de egoísmos y vacía de compromisos.
Al llegar a los tres cuartos de siglo tengo el convencimiento
de haber devuelto a la sociedad mucho
más de lo que ella me dio, sentir que mi sangre seguirá bombeando sinceridad y
esfuerzo en estos tres corazones surgidos de mis fracasos no me da más vida
pero ayuda a relajar mi conciencia, pocas cosas les dejo para que me recuerden
pero no me importa, solo que entiendan que lo intenté será suficiente, lo demás
quedará escrito en el libro del futuro donde mis nietas quizá tomen el testigo sin
darse cuenta que ellas también serán el resultado y el triunfo de mis fracasos,
y aunque en ellas la vida pasa por el tamiz de una mejor y más afortunada
preparación ya llevan inoculado el valor del esfuerzo. No, no me pienso morir
todavía pero otro cuarto de siglo será difícil que lo viva, pero si así fuera
prometo seguir contándoles como me va y
por supuesto las cosas que sucedan a mí alrededor, aunque no nos engañemos
muchos de ustedes ya no necesitarán gafas para seguir leyéndome.
DEL ARBOL VIEJO SE APROVECHA HASTA EL PELLEJO
J.
Hernández
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