viernes, 29 de marzo de 2019

CUADROS DE SOBREMESA


Llegando a cierta edad nuestro entorno se autoproclama critico del cuadro de nuestra vida, hay invitados que se permiten la libertad de interpretar tu trabajo sin conocer sus orígenes aun cuando los propios protagonistas  tienen opiniones contrarias  al haberse incorporado a la escena en momentos muy distintos de nuestra obra, los hay críticos que solo resaltan las sombras y buscan los contrastes amparándose en juegos de espejos y tornasoles artificiales, también los hay eufóricos que solo quieren ver en el lienzo una cara olvidando los encuadres mas ásperos y los menos favorecidos que determinaron en algún momento la perspectiva distorsionadora.

Y es que resultado está a la vista de todos, las pinceladas están secas y son ya inalterables, podemos justificar una sombra o aclarar algún contra luz pero no nos es dado  rehacer nuestra obra, admitirla y firmarla es obligado, a partir de ahí nos convertimos en meros espectadores. No vale ya  preguntarte si la composición fue vocacional o circunstancial solo se juzga el resultado, tampoco si tu expediente es académico o autodidacta,  te conformas cuando admiten que el conjunto está trabajado y valoran  las circunstancias en que se compuso, a partir de ahí solo te queda observar, si tu obra la sitúan en lugar preferente puedes estar contento, si la relegan al tratero de la plancha o simplemente la dejan sin encuadrar es que el resultado no ha sido bien entendido o mal interpretado y si para tu mal solo esperan la defenestración de su autor para criticarla, date por...suspendido. Nadie comprenderá que en la vida hay quien no pintó lo que quiso y se vio obligado a vender su trabajo para poder salir adelante.

     CUANDO EL CUADRO DE NUESTRA VIDA SALE A SUBASTA
            NADIE SE FIJA EN EL BASTIDOR QUE LO SUSTENTA. 
                                                                                                   J. Hernández

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona