Cuesta trabajo recordar que esta calle ahora con arbolitos y
amplias aceras en los años 80 hervía de niños convocados a través de los
altavoces instalados en todo el recorrido, cuesta imaginar que todo se
paralizaba durante unos días para convertirla en un parque temático destinado a
los más pequeños, donde yincana, carreras de sacos, momias andantes, torres,
túneles de neumáticos, bocadillos de más de dos metros, campeonato por parejas de lanzamiento de huevos
crudos, concierto de sandia, el tiro de
soga, carrera de cars, bicicletas y el
reparto de los mil pequeños regalos que entre todos habíamos reunido para recompensar
a los ganadores hacían de aquel trozo del barrio del Carmelo y de la calle Fastenrath
en concreto un hervidero infantil difícil de olvidar. Por la tarde disfraces, teatro,
marionetas y reparto de chocolate para
todos hasta esperar la cena de alforja que se celebraba en las mesas instaladas
en la propia calle y gran orquesta final con farolillos para los mayores.
Pasar ahora por esta calle me ha traído recuerdos
traicioneros y cuando la perdida de
tantos amigos entonces incombustibles ponía a flote mi sensibilidad una voz
grave y rotunda ha hecho que me volviera, desde un portal alguien sale a mi
encuentro, por un momento duda; soy yo quien da el primer paso, no me da tiempo
a contestar, es uno de los hermanos Carrión entrañable a pesar de los años,
contento de verme al igual que su mujer que en ese momento le acompaña, se le
ve exultante por este reencuentro y rememorando aquellas fiestas me dice que
están preparando un video recopilatorio para que quede constancia en la pequeña
historia del barrio de que hubo un
tiempo en que sustituíamos las carencias con imaginación. Se acercan otros vecinos uno recuerda las broncas de su madre después
del concierto al entrar en casa con la cara y la ropa empapada en zumo de
sandia, otro me dice que su recuerdo está prendido todavía en la gran cucaña y
alguno otro se acerca con su hijo para que escuche lo bien que lo pasaban en
aquella calle los vecinos que siendo de orígenes tan distintos y después de
duras jornadas de trabajo encontraban unas horas para vivirlas en comunidad. Hemos
reído y hemos recordado a los que ya no están con nosotros, recordamos hasta el
día que tuvimos seis vaquillas y placita de toros portátil, y un fastuoso final
con fuegos artificiales y las visitas de Puyol (entonces presidente de la
comunidad) y el alcalde Maragall. Me comentan que en algún momento han querido
retomar el relevo pero no fue posible, ahora todos esperan con ilusión el
recopilatorio donde aparecen los ahora padres cuando tenían la edad de sus
hijos turnándose por equipos para dar cuenta del quilométrico bocadillo o
simplemente esperaban un T.B.O como premio a su participación mientras los
altavoces de la calle vomitaban aquel nuestro slogan: LA CALLE NO ESTÁ DE FIESTA, LA CALLE ES UNA FIESTA
Abandono la calle recordando a los amigos que me acompañaron
en esta aventura, el tiempo sembró sus cruces pero nadie los olvidará mientras
un solo padre recuerde a sus hijos que cuando era niño fue feliz porque durante
unos días unos locos se empeñaban cada año en hacer de su calle un parque de
atracciones.
EL RECUERDO DE UNA
ILUSIÓN ES UNA PIRAMIDE EN LA MEMORIA
J. Hernández
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