El “Tío” Liborio me mira de soslayo, su gorrilla parece tener
otra vida, su semblante ha perdido arrugas y yo diría que su media sonrisa
ahora es más amplia. Con el mentón me señala un rincón de su finca allí nos
dirigimos no sin antes saludar a su burrita ahora mas blanca y un poco mas
gordita, mientras la acaricio le comento mis impresiones, el sonríe con
picardía pero no me dice nada, seguimos andando hacia el cobertizo, se detiene dejando que sea yo quien descubra
su secreto y efectivamente allí estaba: grandón, ancho como sofá de tres plazas,
poderoso con cascos como sandias, cuerpo dorado, crines blancas y belfos impacientes por
identificar al recién llegado, su cola blanca pendulea displicente mientras se
deja acariciar.
Es un caballo asturcón, un ejemplar magnifico que ha
conseguido de un criador francés, me rio, se ríe y reímos juntos abrazados al
poderoso animal que lejos de espantarse aguanta nuestros acuchones con
paciencia de monje y resignación de santo. El tío Liborio me dice que la
burrita ya está mayor para tanto trabajo, que se decidió por el caballo porque
a pesar de sus años espera ampliar la explotación, ahora tiene trabajando con
él a dos emigrantes (con papeles) porque no encontró paisanos que quieran
cultivar, además del sueldo les facilita alojamiento, le veo contento y sobre todo me dice que ve
continuidad en su afán por salvar su finca de la especulación urbanística pues
dejará todo a una fundación cuyos estatutos recojan esa premisa y la cesión
gratuita a particulares o asociaciones que quieran cultivar la tierra sin ánimo
de lucro pero donde quedarán prohibidos abonos químicos o maquinaria que
apisone la tierra.
El “tío Liborio” vende ahora su producción a cooperativas y
consumidores directos a los que invita a recoger los frutos directamente de la
tierra, mientras caracoleamos entre tomates, pimientos y pepinos hay niños en
la linde de la finca dando de comer a la burrita, ella golosa acude siempre a
la llamada y en algún momento parecen dialogar entre iguales, dice que la están
malcriando con tanta golosina pero consiente sabiendo que al menos estos niños se
identifican con un entorno natural y en el futuro el medio rural no les será
tan extraño.
ANALFABETO ES LA
PERSONA QUE MAS SABE DE LO QUE NO SE ESTUDIA
J. Hernández
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