domingo, 19 de enero de 2020

ENCUENTROS


Es mi vecina y amiga: siempre sonriente, limpia,  repintada y alegre la que me ha parado en la esquina del paseo cerca de casa, ya a distancia su sonrisa anuncia que está contenta de verme, es la primera vez que nos encontramos este año y grita mi nombre mientras abre los brazos para cerrarlos con fuerza a mi espalda deseándome un año nuevo dichoso y feliz. Me aprieta con fuerza y terminamos agarrados de la mano durante unos minutos mientras nos ponemos  al día contando nuestras últimas peripecias y centrándonos al fin en mi pirueta cardiológica, salvado el estupor hace suya mi dolencia y no duda en darme ánimos advirtiéndome de que la vida hay que vivirla con intensidad y cuente con ella para lo que fuera necesario, le advierto riendo que podemos hacer una carrera y le daría ventaja porque con la nueva propulsión ahora soy imbatible.

Reímos con ganas  cuando le digo que subo las cuestas frenando y que la marcha atrás aún no la tengo dominada pero que no tardaré en encontrarla, que lo que llevo peor es la falta de embrague porque el motor que me han puesto es automático y no tiene pedales, reímos también cuando le digo que he solicitado la pegatina anticontaminante para ponérmela en la solapa de lo contrario solo me permitirían circular por la noche y los fines de semana y que como mi motor no hace ruido tengo que llevar claxon para pedir paso, nos preguntamos por hijos y nietos y nos felicitamos por tener una familia cariñosa y siempre dispuesta para hacernos la vida más fácil, ella ríe y ríe como siempre llegado casi a la carcajada de la que se reprime para no llamar la atención.

Hace muchos años que nos conocemos, se quedó viuda hace tiempo pero eso no perturbó sus ganas de vivir, necesitó muletas durante años y eso tampoco borró la sonrisa de su cara, necesitó ayuda para salir a la calle pero ella no dejó de arreglarse como si tuviera que asistir a un acto social, nunca la oí quejarse, su espíritu luchador es contagioso y cualquier signo de conmiseración es rechazado con la defensa de su sonrisa y cuando me dice que las adversidades son la venas de la superación me veo obligado a volver la cara para no descolocarme.

Al despedirnos y mientras la veo alejarse en su silla de ruedas pienso si ella es consciente del ejemplo que supone para los que la conocemos, pero sobre todo es imposible no tener admiración por quien contagia desde de la inmovilidad el deseo irrefrenable de ser útil olvidando miedos y limitaciones.

LA ALBARCA ES UNA RUEDA QUE NO SUPERÓ LOS  PINCHAZOS DE LA VIDA

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona