LA VIDA VIVA

Mi amigo, aquel que por correo me tiraba de las orejas de vez en cuando por algún error circunstancial, aquel que me llamó la atención cuando en uno de mis escritos hablé de los abrazos y me recombino para decirme que me había olvidado del auto abrazo, aquel que tenía como mandamientos El Humor, La empatía, La resiliencia, El amor, Los sueños y La poesía ese mismo amigo nos dejó hace unos días años después de luchar contra esa maldita enfermedad llamada ELA sin que en ningún momento dejara de subrayar con su sonrisa un mensaje: VIVA LA VIDA

Mi amistad con Pedro (así se llamaba) lo fue a través de la música y el canto coral, fue un director exigente no exento de rasgos de empatía que trataba de disimular bajo benévola sonrisa, pero fue durante el largo proceso de su enfermedad cuando se afianzó nuestra amistad, cantar a su lado postrado ya en su silla de ruedas era ser testigo de un ejercicio de superación difícilmente imaginable salpicado además por un humor peculiar con el que solventaba sus dificultades, su lección de vida ha sido todo un ejemplo para los que hemos estado a su lado y ha puesto de manifiesto además el cariño y la entrega de su esposa Tina y su hija Sara que no lo dejaron ni un momento en el largo proceso de su enfermedad. Cuesta hablar de Pedro hoy en pasado, cuesta también no hablar de la dilación en aprobar la ley que hubiera supuesto una mejor calidad de vida para quien la padece y para los de su entorno, pero eso tendrá su momento más adelante, en su recuerdo hoy solo cabe gritar: VIVA LA VIDA.

A nadie y a todos nos costaba comprender

que vencidas tus manos y  lastrados ya tus pies

sembraras de  sonrisas la estela de tu bajel

enhebrando en pentagramas el avatar de tu ser.

 

 

No amainó la tormenta, la derrota fue cruel 

y arrastró a la ensenada aquel barco de papel

sin aminorar la marcha, ni ciar, como un batel

mas en medio de la ventisca nunca dejó de ser él.

                                              J. Hernández