martes, 15 de septiembre de 2009

VUELTA AL CALCETÍN LLAMADO ESPAÑA

Es tarde de domingo, la farmacia está de guardia, una pareja se repliega sobre sí misma, cuchichea, titubea. La decisión a tomar parece importante pero no aciertan a ponerse de acuerdo, hay instantes de duda y de intranquilidad, recuentan los dineros, cuando parecen decididos retornan sobre sus pasos queriendo recuperar fuerzas, al fin parecen estar de acuerdo, pero antes garabatean en un papel un mensaje traicionero y vergonzoso, la decisión está tomada.

La farmacia del centro de Salamanca, concurrida por la época de gripe, mantiene un paso constante de gente, la máquina registradora repiquetea constantemente y eso hace que sus ojos desprendan un brillo de emoción contenida; la pareja demuestra no tener experiencia en estos lances y decide esperar en un rincón al lado de la puerta hasta ver despejado el mostrador, justo en ese momento deciden dar el paso.

Primero el hombre se enfrenta con el farmacéutico; la chica, guardándole las espaldas, parece nerviosa y con ganas de que termine aquello; la operación está en marcha y ya no hay posibilidad de arrepentirse, el chico se decide, nervioso, a sacar del bolsillo el papel preparado para no tener que pronunciar ninguna palabra que los delatara ante algún testigo imprevisto, lo extiende delante del farmacéutico. Éste sorprendido e indeciso no acaba de entender lo que tiene delante; por un momento duda, mira a la pareja que tiene enfrente, observa su estado de ansiedad, sus mandíbulas desencajadas y el deseo de terminar cuanto antes. Decide no hacer preguntas y se dirige hacia la caja, el chico lo apremia, su pareja le avisa de que dos señoras pretenden entrar en ese momento, con apresurados gestos atosigan al farmacéutico que parece no perder la calma y vuelve tras sus pasos dirigiéndose hacia el chico resueltamente: “¿Cómo los quieres grandes o pequeños?”

El chico no puede más, su novia no aguanta, el momento es angustioso y los dos novatos azorados deciden abandonar el lugar sin haber conseguido su objetivo, salen a la carrera llevándose por delante a las dos beatas de misa de doce, tratando de alcanzar los soportales de la plaza mayor sin mirar atrás. El farmacéutico sale tras ellos pero sus voces se pierden entre un mar de cabezas que se giran sin saber lo que pasaba.

El hombre regresa tras el mostrador y se fija en el papel garabateado nerviosamente por la pareja, las mujeres no pierden ojo interrogando con la mirada al hombre de la bata blanca, este parece no haber perdido la calma y cuando las mujeres le preguntan por lo que querían aquellos desaprensivos, les deja el papel delante para que ellas mismas lo lean. Las dos mujeres se recogen sobre sí mismas; una de ellas se santigua con reiteración, la otra no parece haberse enterado y es la primera la que lee: “Queremos condones”. La segunda sólo aceita a balbucear: “¡Y a lo mejor ni siquiera estaban casados!”

Esta era la Salamanca de los años cincuenta, la situación no es nada exagerada y un mal momento se arreglaba con una boda de tapadillo de las de para toda la vida. Ahora resulta que ser madre soltera implica el estar en todos los medios de comunicación. Representa un medio de vida espléndido y ser la heroína admirada por media España. El Defensor del menor se mete en un charco del que no sabe como salir y, por si fuera poco, la Cenicienta se convierte en reina de las ondas y amenaza a Tirios y Troyanos con que su hija es suya y que el que tenga narices que se acerque a por ella.

Yo no quiero tomar partido por nadie pero si esta mujer de la que hablo pudiera ser la voz de las mujeres de la España de los cincuenta que se casaron por lavar su honra dando paso a una vida llena de dificultades, humillaciones y sufrimientos bienvenida sea para rescatar del recuerdo las situaciones por las que nuestros mayores tuvieron que pasar.

1 comentario:

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona