martes, 20 de abril de 2010

DESEMPOLVANDO LIBROS

El próximo día veintitrés de Abril,  es día de la comunidad  en Castilla y León y día de San Jordi en Cataluña; las ventas de libros se dispararán, nos los plantarán en medio de la calle, harán que nos sintamos más cultos cuantos más libros llevemos bajo el brazo y cuando lleguemos a casa nos daremos cuenta que no hay donde poner tanto libro y que además tenemos pendientes de leer los últimos aparecidos en las librerías.

Los libros tienen el encanto de los recuerdos; el texto, siendo importante, no es más que una parte de lo que representa; cuando cierras un libro en él quedan muchos recuerdos, aromas, entornos, experiencias, viajes, vivencias etc. Dejas entre sus hojas testigos del tiempo, una hoja de almanaque, una tarjeta, la servilleta de un café, un dibujo infantil, una entrada de cine...

La emoción que representa  reencontrarte después todo esto te obliga a revivir momentos, situaciones, compañeros, recuerdos y anécdotas curiosas. Refiriéndonos a los libros las hay a docenas y de las más sorprendentes, alguna referidas de la biblioteca de  Salamanca que es por cierto la más antigua de Europa, y si quieren saber cual es  el libro más antiguo que se conserva en ella les diré que es un manuscrito mozárabe del siglo XI  de contenido musical y que nadie ha logrado interpretar.

Pero en el apartado de anécdotas...

Los conservadores de la biblioteca trabajaban  con  un libro del siglo XIX, el cuidado era exquisito, la limpieza digna de una joya, la atención extrema y el cuidado impecable. Por un momento el libro se entreabre causando algún sobresalto, algo cae al suelo, todo el mundo se acerca, nadie sabe qué puede ser aquello, se investiga, se especula, se opina pero nadie da por seguro que es lo que allí aparece como una piel seca y carcomida. Por fin vienen los estudiosos, los encargados de encontrar explicaciones para lo que no tiene explicaciones, se afanan en la investigación, se debate, se discute, se analiza pero nadie da con  el gran secreto, aquella piel con un cordoncito del siglo XIX les lleva de cabeza; un ordenanza aventura su parecer, nadie le hace caso: es una tripa de cerdo.

Acaba de aparecer el primer preservativo del que se tiene constancia física.

 Es del siglo XIX; una tripa de cerdo con cinta para sujetar al apéndice, nadie se atrevió a pronosticar si había sido utilizado por  algún estudiante que pillado infraganti lo había hecho desaparecer entre las hojas del libro o solamente se trataba de un inicio artesano y experimental de una  imaginación calenturienta y la pieza pensada para un chaparrón. Nada nos dicen de calibres ni de clases de piel; ni si el largo era estandar o graduable o si el cierre era con nudo o con lazada, y en qué momento se ataba o cómo se solucionaba el riesgo de estrangulamiento o decapitación en el caso de virilidades descontroladas. Tampoco nos dicen si era reversible o desechable o si el cordón sólo servía para recuperar el innombrable chubasquero para el caso de haberse desenfundado. Total que, cavilaciones aparte, lo cierto es que ya en el siglo mencionado había precaución para evitar la procreación irresponsable.  

Como verán ustedes dejar recuerdos entre las hojas de los libros también tiene su interés pero dudo que nuestro estudiante lo hiciera para dejar constancia de su varonil instrumento o, por el contrario y al tratarse de un libro de medicina, no fuera sino una ilustración practica de un dispositivo en fase de estudio. Fuera como fuera convengan conmigo el interés que encierran  los libros y lo transcendentes que pueden resultar nuestros recuerdos con el paso de los años, pero por favor no me sean tan despistados como para dejar un rastro tan poco agradable o por lo menos déjenlo sin estrenar.

1 comentario:

  1. Joaquin, te propongo otra manera de hacer uso de los libros. Apúntate a un curso de lectura del Casal, compartimos contenidos, buscamos sinónimos, antónimos y tres pies al gato si a mano viene. Intetamos pasarlo bien, hacer un poquito de gimnasia mental y conocer algo más al autor. Eso si, de la manera más atractiva posible.
    Un abrazo Campeón.
    TERE.

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona