jueves, 15 de abril de 2010

LESBIANA Y MADRE EN LA VIDA

La UNED y  el Museo Reina Sofía recordaron hace unas fechas las injusticias de la dictadura con lesbianas y prostitutas. Parece que si desgraciadamente los homosexuales eran perseguidos y reprimidos con leyes denominadas de peligrosidad social, las lesbianas y prostitutas no existían para el régimen franquista y se las trataba como desequilibradas o alteración del orden publico.

Nadie entendía que dos amigas del brazo y por la calle pudieran pasar de ser eso, amigas; nadie daba mas trascendencia al emparejamiento continuado ni a nadie se le ocurría que existiera más motivo que la pura amistad; las salidas al campo parece que fueron escenario propicio para el desahogo y la relación entre iguales se tenía por una maldición que había que ocultar a cualquier precio. La mujer no tenía otro cometido en la vida que procrear y encargarse del marido y de la casa.

Para las mujeres tratadas como descarriadas se creó El Patronato de Protección a la mujer que precisamente presidía Dña. Carmen Polo, y si esto no era suficiente se las mandaba a un correccional e incluso a un centro para perturbados como era el de Cienpozuelos o el de Oropesa.

Una de las fórmulas que parece se extendió para burlar la cárcel y la represión fue la simular bodas entre lesbianas y homosexuales de manera que al estar oficialmente casados disponían del libro de familia que representaba un salvoconducto ante cualquier sospecha de homosexualidad, y por si esto no era suficiente llegaban a mantener relaciones con el fin de engendrar algún hijo que les diera marchamo de fertilidad.

Lo que nadie parece haber recogido en ningún trabajo es el comportamiento de las mujeres que llegaron a cumplir con el rito del matrimonio sin estar seguras ni convencidas de cual era su tendencia sexual y a las que ni por asomo se les explicó nunca la existencia del lesbianismo entre la condición femenina. Nadie parece haber pensado en la cantidad de chicas que acuciadas por una sociedad cuadriculada en la que quedarse soltera era una desgracia y el no tener hijos al año de casados era síntoma de que algo no marchaba bien, se encorsetaron el vestido blanco y caminaron entre los bancos de la iglesia ausentes de su protagonismo y sumidas en un mar de confusiones sin estar ni sentir la necesidad de unirse de por vida a un hombre por el que no se sentían ninguna atracción. A nadie parece interesarles la trascendencia de aquellas vidas que cumpliendo con las leyes sociales de que una solterona era la que no había podido casarse a pesar de intentarlo pasaron por la vicaría del brazo de quien había de ser rehén de una mala educación y víctima de un cebo que no estaba destinado para él pero del que le sería imposible salir.

A nadie parece interesarles el camino recorrido por estas mujeres en  tiempos en los que casi tenían prohibido trabajar, en los que no existía la palabra divorcio ni tenían medios para subsistir, pero tampoco se le ha ocurrido a nadie señalar como víctimas a los pobres infelices que tardaron en darse cuenta y mordieron el anzuelo obligándose  a ocultar la verdad delante de la sociedad y de sus propios hijos, convirtiendo su existencia en un continuo batallar entre sombras innombrables y actitudes contranatura, esos maridos que nunca  fueron esposos aunque fueron padres son otras víctimas del franquismo y de la educación imperante que cercenaba la libertad y marcaba conductas.

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona