Barcelona no permitirá que vayamos medio desnudos por la calle, lo que no queda claro es quién o quiénes dictaminarán quién cumple las normas y quién no, si llevarán los agentes un medidor de larguras de falda o serán los mossos los que dictaminaran si los escotes son o no los apropiados, si se multará por enseñar el tanga o se impedirá la exhibición de desgarrados pantalones en cancelas de intimidad o zonas de intrigante indiscreción.
A este paso se impondrán las palabras de D. Miguel, el cura de mi parroquia, cuando desde el púlpito impedía a las mujeres entrar sin medias en la iglesia hasta que una moza conocida le enseñó el liguero para demostrar que ya había medias sin costura o aquel otro conocido exceso de verborrea cuando llegó a decir que el obispo y él meterían mano por el excesivo escote de algunas descaradas feligresas. Y es que D. Miguel marcó estilo e impuso reglas que ahora parece vuelven a estar vigentes.
Lo malo en estos tiempos es que uno se ve medio desnudo de derechos o sólo medio vestido de dignidad cuando comprueba que alguien se erige sheriff y saltándose todas las leyes se presenta en casa de su enemigo hasta acabar con él y los demás lo acatan sin rechistar; medio desnudo se siente uno cuando el máximo tribunal de justicia español se muestra divido y enfrentado para dictar una sentencia que debería ser unánime y consensuada; semidesnudo de sus partes traseras cuando escucha a estos políticos en precampaña hablar de recortes presupuestarios y paros encubiertos mientras ellos tienen unos ingresos de más de 200.000 Euros; semi vestido queda uno pero con el pinganillo al aire cuando escucha a los políticos que aún están en el cargo hablar de programas de futuro cuando no cumplieron los anteriores y el pinganillo se le queda a uno helado cuando se entera que al robar mucho se le llama comisión y al reparto de comisiones se le llama incentivos.
Y uno de verdad se siente desnudo del todo cuando se da cuenta de que el mundo está manipulado por cien familias que nos manejan a su antojo montando chiringuitos globalizantes que no son más que desnudadores de opinión que los proclama árbitros de nuestra vida y jueces de sus disputas arropando sus propias vergüenzas amparados en nuestra desnudez mental y nuestros harapos cotidianos.
Ahora nos conformamos con que el Sheriff no equivoque el tiro aunque su ley del talión nos pase por encima, que los jueces juzguen a otros aunque sea para bien y que los políticos dejen algo en la caja después de cobrar sus comisiones mientras nosotros nos disputamos el pan del salario diario con los que ellos mismos obligaron a emigrar al ser expulsados de su tierra por la multinacional de turno.
¿QUIEN DECIDIÓ QUE TENÍAMOS QUE IR VESTIDOS?
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