lunes, 1 de agosto de 2011

PASANDO LA ITV

No tenía muy claro si aquella especie de encubridor de desnudeces cerraba atrás o lo hacia delante y ahí me tienen tratando de comprimir el trasero interiorizando sus redondeces o considerar si el mortecino badajo podía ser visible al exterior al cerrar la parte delantera, confinado en un habitáculo restringido y macilento, tratando de salir del paso sin ayuda del exterior y viéndome reflejado en un espejo injustamente colocado donde las lorzas se hacían más patentes y la fuerza de la gravedad se mostraba en su más patética realidad. Decidí que aquello debía cerrar hacia atrás no por si se viera sino para que no se mostrara la diferencia entre querer y tener pues aquello estaba entre caracol sesteando y salchicha de pollo en nevera de vacaciones, reparé en que también los pies debían ser vestidos, o mejor empatucados, y dispuesto como estaba acomodé mis callosidades en aquellas bolsas que de puro finas parecían piel de cebolla para  salchichas butifarreras. El pie derecho entró a la primera pero el izquierdo se resistió hasta encontrar la forma adecuada sin esparramarse al exterior,  lo achaqué a que soy un poco contrahecho por  nacer en época de estrecheces y racionamiento pero bien que mal quedó arropado en una bolsa que más parecía talego de gitana terciadora de grano que calza de andar por casa.

Cuando daba por bueno el resultado de mi indumentaria una tercera bolsa cebollera me esperaba, vine a comprender que debía tratarse de un cubre cabezas o mejor de un cubre calvicies ya que mis capilares por perdidos había de tenerlos salvo haberlos guardado en la caja de los recuerdos. Decidido traté de incrustar mi cabeza en aquella especie de boina charruna pero para mi sorpresa o mi cabeza había crecido o la talla de la prenda no se atenía a las proporciones debidas, estiré, entré en cuña, miré de girar mas el cogote, me ceñí la frente cual corona de espinas e intenté entrar a rosca, pero nada, aquella miserable bolsa retrasó tanto el proceso del cambio que fui requerido con unos golpes a la puerta para ver que no me hubiera estramballado. Sudoroso inquirí una nueva bolsa alegando desproporción del envoltorio, cuando reparé que el pie derecho caminaba con holgura sin que la bolsa que lo cubría pareciera hacerle el menor caso reparé entonces en que el pretendido cubre cabezas no era sino un patuco y que el destinado a cabeza barría ahora los pasos de anteriores usuarios de aquella especie de confesionario. Incrustado el antiguo patuco cual gorro frígido vime vestido de verde, mi dignidad en precario y la altanería en almoneda pero decidido a realizar el paseíllo torero saliendo de los toriles cual picador sin castoreño.

El desfile por los pasillos no es para descrito, las miradas de soslayo hacían más transparente aquel cubridor de desnudeces, el frío del asiento donde me acomodaron incidía directamente sobre las nalgas desnudas y lo que antes fue caracol se transformó en gusano encapullado camino de ser crisálida y mi autoestima quedó anulada cuando una simpática enfermera me indicó el camino abriendo  la puerta que daba al callejón.

Lo que vino después prometo contarlo más adelante.

1 comentario:

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona