martes, 12 de julio de 2011

TÉNGOME POR BIEN NACIDO

Acunado por los silbidos del tren hacia Portugal y mecido por los oficios de la buena vecindad teníame yo por feliz despanzurrando hormigueros  mientras cuidaba los ajuares tendidos por las vecinas en el verde de la era; lastraba yo  esquinas de sábanas, camisones y peleles con los cantos más limpios que en la era pudiera encontrar, que nunca fueron muchos para tanta ropa como la banca de lavar y al barreño de latón podían desenvolver, llegué a encontrar agradable el andar descalzo y notar al contacto el calor de la tierra experimentando texturas y apreciando sensaciones que la naturaleza guarda sólo para los escogidos, atrapé saltamontes con increíble facilidad y no existía en muchos metros a la redonda rincón mote o adagio que yo desconociera.
 
Híceme mayor a golpe de experiencia en la universidad del trabajo sin que la  holganza ni el descanso constaran en mi diccionario y al ser padre incúlqueles a mis hijos como mejor virtud la de cumplir con largura las dedicaciones laborables y a fe que me salieron de ley pues no desmerecieron la herencia recibida.

Ahora amortizado según las leyes, trato de encontrar feliz destino y caído he en la cuenta que nada como aquellos tiempos míos y diera yo mis reales de fortuna y hasta mi bolsa yo diera por perdida si encontrara la era verde del solano, las tajuelas de clavos carcomidas, los tirantes de cuerdas de peonza, las tabas, bolas, tirachinas….diera yo …mas no doy nada, la vieja calle ya no es  mía, los trenes a Portugal son de otra vía, la casita de zaguán y planta baja desguazada fue para hacer una avenida, por allí pasó el tren, porque por  allí pasó un día, mas nadie puede comprender  que allí existió la mejor escuela de mi vida;  compartir sin tener, dar sin carecer,  respetar la experiencia con titulo de usía y ayudar sin reparar si el ayudado sufría.

En aquella barriada de casitas de planta baja, no existía la crisis por que la crisis era su estado normal, la única bolsa era la del pan,  el banco no daba préstamos, el banco éramos todos, el remiendo se zurcía con otros remiendos y la desgracia de uno era la desgracia de todos.

Ahora cuando el mundo está convulso, cuando los grandes apóstoles de la economía se muestran incompetentes y los considerados grandes de la política se comportan como peleles a merced de los vaivenes de las macro-economías, lamento que el periplo de mi vida no pueda cerrarse porque el tren de mi niñez se alejó por otra vía.

LA CÁTEDRA DE LA EXPERIENCIA NO SE ENSEÑA EN LA UNIVERSIDAD

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona