Leía en La Gaceta de Salamanca la historia de mi barrio, en ella se mencionaba “El Calvario” antiguo campo de futbol, estación de autobuses después, el seminario de los trinitarios, el Victoria Andrados y algún otro etc. pero esta crónica queda incompleta al no mencionar en ella la construcción del colegio de los Maristas, construcción que se llevó por delante nuestro campo de juegos a su vez pista de exhibición de aéreo- modelismo y cancha deportiva entre vecinos con porterías imaginarias y balón remendado. La construcción de Los Maristas la vivimos los chicos del barrio como una invasión, la delimitación de los terrenos con estacas de madera y rayas de yeso nos dio idea del descomunal edificio que se nos venía encima y nos cortaba el camino que hasta entonces nos conducía hasta la orilla del Tormes, al paraje del Castigo y la cueva de la Muchares.
A poco aparecieron los primeros camiones, grupos de obreros,
capataces y herramientas nos despertaron del letargo, allí vivimos lo que era trabajar
a destajo para nivelar el terreno y como grupos de cuatro o cinco obreros
competían entre ellos por conseguir llenar el mayor números de camiones por una
prima de miseria, durante varios meses trabajaron empapados de sudor comiendo
en el mismo tajo y soportando tórridas temperaturas con el solo alivio del agua
de un borrijo, hasta que apareció la primera máquina excavadora que llegaba a
Salamanca y aquellos obreros vieron con pesadumbre el final de sus jornales y una
endiablada manera de arruinarse salvando su espalda.
En el Calvario jugaron por última vez las viejas glorias del
Bilbao contra las la Unión Deportiva Salamanca, Zarra, Panizo, Gainza, Iriondo,Nando,Oceja
etc. llegaron a nuestra ciudad de la mano del padre Vitorio Mirón; director
entonces del colegio salesiano de Pizarrales, hombre dinámico y emprendedor que
montó corridas de toros, circuitos de Kart por medio de la ciudad, trajo
también el equipo de balón cesto del Real Madrid, vuelos acrobáticos y hasta un rodeo americano con gente de la
base aérea de Rota, fue también en su época donde sembramos de huchas de barro
muchos establecimientos de la ciudad, todo para recaudar fondos para la
construcción del colegio Salesiano que sustituiría al viejo San Benito de la
calle Compañía compitiendo en popularidad con las del padre Basabe y su obra
“ladrillo a ladrillo” del alto de Rollo, el problema es que las nuestras huchas
eran fáciles de robar y la picaresca se nos adelantaba y en muchas ocasiones la
recaudación pasó a otras manos.
En aquel barrio empecé a entender lo que significaba una camisa
vieja de Falange, lo que suponía ser conductor de un organismo oficial, hijo de
comisario de policía o descubrir con estupor que algún padre de los amigos que
jugaban con nosotros había sido de gatillo fácil durante la llamada guerra
civil, no en vano aquel nuestro nuevo barrio había sido levantado con el
auspicio de “Obra sindical del hogar” cuyo eslogan permaneció en enormes
caracteres en una de las fachadas de nuestro bloque.
EL NUEVO BARRIO FUE
TOLVA DE EXPERIENCIAS DESCONOCIDAS
Muy bien!
ResponderEliminar