Desde
la terraza la besana de oro de La Armuña no tiene final, la tarde decae y la
tertulia se convierte en una sucesión de recuerdos donde todos somos protagonistas y primeros actores de historias mil veces
contadas y renovadas en cada ocasión, nadie es
capaz de poner fin a nuevas ilustraciones, los relatos surgen
atropelladamente entre carcajadas y
gestos de complicidad, todos conocemos los giros del idioma, las anécdotas y
los chascarrillos pero los escuchamos como si fuera la primera vez añadiendo
dejes y matices, el tiempo parece comprimirse, queremos detener el reloj pero
es inexorable, el final llega por inevitable y la luna nos dice que la tarde
acabó hace muchas horas, lo que
comenzó como tertulia terminó en ronda trasnochadora.
Regreso
a Barcelona repasando estos momentos, no tengo muy claro si son éstos lo que
llamamos añoranza o es la propia añoranza la que nos viste estos momentos como
añorantes, la paella compartida, el encargo de hacer llegar libros sobre
Carpintería de Armar Española hasta Aineto (Huesca) para que sirvan a otra
generación en otra autonomía, la sensación de traerme un trozo de la Salamanca
en fiestas por el mural anunciador de las corridas que traigo conmigo, los
libros hallados en las librerías de viejo imposibles de conseguir en estamentos
oficiales, el patear las calles aun solitarias viendo como todos los acentos se
unen admirando la historia escrita en piedra, el ver repuesto el sentido común
retornando el nombre de Gibraltar a la
calle que quisieron llamar del expolio…….
Cuando
se habla de cambiar la Constitución, de inmersión lingüística, de cotas de
autonomía, de recuperación de documentos, pienso que ninguno de estos políticos
ha disfrutado de reuniones familiares donde al acento se le denomina gracejo,
al castellano hablado en la intimidad se le llama “charruno”, los legajos son
libros antiguos que se hubieran perdido si alguien no los recoge a tiempo, a
las tradiciones se le llama afición, el pan con tomate liga con el jamón de
Guijuelo y la mejor bandera es el mantel de la mesa familiar que de tanto
usarse no tiene color.
Cuando
recuerdo todo esto me da la sensación de que el mundo lo tergiversan los
políticos, las diferencias las alimentan las autonomías, las banderas las crean
los radicales y el dinero lo pone el
pueblo en la hucha llamada España que todos quieren romper con el mazo de la
reivindicación.
CUANDO ALGUIEN GRITA INDEPENDENCIA ES QUE NUNCA
COMPARTIO MANTEL FUERA DE SU CASA.
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