Timoteo Pérez, Sóstenes
Romero Flores y Juan Martin se situaron junto a la tapia de adobe que les
señalaba el teniente coronel de la guardia civil, la incredulidad y el estupor
dejó paso a la terrible sensación de que aquel bárbaro iba a cumplir sus
amenazas. Ninguno de los tres acertaba a comprender la realidad del momento
hasta que una descarga de fusilería puso fin a sus vidas. La gente del pueblo,
con los rostros crispados de espanto, no daba crédito al terrible espectáculo
que les habían obligado a presenciar mientras escuchaban los lamentos del infortunado
Sóstenes que con hilo de vida invocaba el nombre de sus hijas, aquel teniente coronel
no se lo pensó dos veces, desenfundó su pistola y descerrajó el tiro de gracia
que calló los lamentos de aquel infeliz.
Era el 17 de Abril de 1945. La
partida del “Gachó”, con más de cuarenta hombres a sus órdenes, había
sorprendido a cuatro guardias civiles de patrulla en el pueblo de Mesas de Ibor
(Cáceres), desarmándolos y despojándoles de sus uniformes. Al día siguiente el
pueblo fue tomado por cientos de guardias civiles, entre ellos jovencísimos
aspirantes del colegio de Valdemoro al
mando del teniente coronel Manuel Gómez Santos. Patearon la sierra sin dejar
escondrijo ni ribazo por escudriñar pero la partida del “Gachó” no apareció por
ningún sitio. Encolerizado aquel teniente coronel dispuso el más denigrante y
sanguinario escarmiento que jamás se había dado en la historia de la
Benemérita: sin juicio previo ni posibilidad para defenderse aquellos guardias
civiles vejados y desarmados por los maquis fueron fusilados y enterrados sin
ninguna ceremonia en una fosa común.
La historia es así de cruel,
los propios guardias fueron obligados a fusilar a sus compañeros de manera que
el miedo se extendiera por todas las casas - cuartel de la Benemérita y el terror
de lo ocurrido en Mesas de Ibor hiciera
de los guardias civiles obedientes y sumisos represores y a sus familias rehenes de cualquier
despropósito de sus mandos.
Las muchas horas de charla
lograron que aquel guardia civil después de pasar a la reserva me contara
algunos retazos de esta negra historia, un resquicio el día de su patrona, a la
hora de los brindis, me dio la pista para saber que algún hecho terrible e
inconfesable había ocurrido dentro de la propia Institución en un pueblo de
Cáceres. Durante años intenté completar este relato con nombres y apellidos
pero la disciplina de aquel guardia no
tenia fisuras y un relato que pudiera mancillar a “su” guardia civil no entraba
en sus planes de confidencialidad.
Quiso la casualidad que transcurridos los años un libro de Lorenzo Silva y otro de Lopez Corral
pusieran en mis manos los datos que me faltaban, hoy en vísperas de su patrona
tengo que contarlo como homenaje a aquel guardia y con él a la propia Guardia
Civil y a los muchos servidores que sufrieron el acoso y la represión de sus
propios mandos que no dudaban en sacrificarlos, pues según presumía el entonces
director general de la guardia civil, D. Camilo Alonso Vega, tenía todos los
gallegos y andaluces que quisiera por un duro
EL
17 DE ABRIL LA PILARICA DEBERIA ESTAR DE LUTO
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tiene a su disposición este espacio para sus comentarios y opiniones. Sea respetuoso con los demás