Estos días en Barcelona tenemos la
oportunidad de visitar la exposición del
contenido de la llamada maleta Mexicana
perdida durante años con los negativos
de las fotos que Capa, Chim y Gerda Taro, realizaron durante nuestra pasada guerra civil.
En estas fotos como en las de otros
autores de uno y otro bando llama
siempre la atención la actitud de los combatientes; dispuestos a matar
por el simple hecho que alguien ha decidido que los otros son los malos; pensar que el miliciano, el nacionalista, el brigadista, el
carlista o el requeté que está disparando
lo hace sobre un posible paisano amigo ó pariente no parece restarle intensidad
a la mirada siempre atenta para abrir fuego sin ninguna vacilación rodeado de
un escenario de sangre, hambre, miseria y devastación mientras los que deciden
donde y contra quien tienen que morir están situados lejos del frente de
batalla marcando líneas sobre un mapa sin importar quienes ni cuantos infelices
tienen que dejar su vida porque su paranoia así lo decide.
De la terrible y desdichada guerra civil
seguimos recibiendo un goteo permanente de testimonios que impiden cerrar la
herida más sangrienta de nuestra
historia y parece que no hay ni habrá losa lo suficientemente grande para
cubrir las cunetas, barrancos, lomas y
altozanos donde toda España se desangró intentando cambiar el rumbo de la
historia.
Pero las guerras siguen, la industria del
armamento mueve industrias y proporciona beneficios, hay naciones donde el
progreso se mide por avances armamentísticos más perfectos, más mortíferos, más
inteligentes y más sofisticados, pero las victimas siguen siendo las mismas: el
pueblo llano es quien pone los muertos, es quien sacrifica a sus hijos y es
quien pasa hambre mientras unos pocos deciden sobre un mapa donde morir y qué
destruir, para que los grandes
monopolios se hagan después con las materias primas por que el pueblo
“liberado” según ellos nunca está en condiciones de explotarlas correctamente.
LAS MALETAS DE LOS
MUERTOS NO SE GUARDAN EN CONSIGNA
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