jueves, 24 de enero de 2013

Yo no la llevo, vamos los dos.

La mañana se presentó un tanto fría pero así y todo el camino fue como siempre entretenido y conversador el propio recorrido nos presta sus temas de conversación mientras el resto de los caminantes pasan a nuestro lado mostrando cierta extrañeza y en algún caso desplazándonos como estorbos inútiles en la trayectoria de los épicos marchadores que a fuerza de brazo arrastraban con ellos a sus renqueantes vástagos que antes que caminar parecen dejarse llevar hasta una meta ineludible establecida de antemano.

Nuestra marcha no lo marca el reloj si bien la densidad de los caminantes nos hacen entender que nuestro tiempo está dentro de lo establecido,  un pájaro, una hoja caída, un color, un efecto luminoso o un insecto traen emparejados una  serie de porqués; todo vale todo tiene sentido todo  contiene una fabula todo sirve para una historia nada es ajeno a la curiosidad de mi infantil compañera.

A nuestro alrededor la gente sigue caminando contra reloj no hay tiempo para conversar solo el sonido de algún  móvil reclamando urgencias, solo el brazo de una grúa humana que tira a remolque del futuro, la prisa parece querer adelantar a la propia sombra antes de  llegar  a la cinta de llegada y mientras tanto mil razones que hablan de dialogo, interrelación,  amistad, condescendencia  quedan anuladas con solo  despuntar el día.

A la llegada al colegio los ansiosos del móvil y la Pley nos esperan agolpados en la puerta  reclamando entre si  los minutos  perdidos por la espera y una vez se produce la entrada y liberados  ya del peso que los mantenía anclados a la acera se organiza una desbandada en pos de ese trabajo o ocupación que proporcionará los medios económicos con los que sus hijos adquirirán una educación que los haga mejores personas, los mismos que el día de mañana deberán integrar una sociedad más solidaria mas compartida y más generosa los mismos los momentos antes veían como sus padres discutían con alguien que interrumpía el paso de su vehículo, atravesaron un semáforo en rojo amparados por las prisas, les empujaron por conseguir  que entraran delante de los demás mientras recibían un abrazo que impregnaba sus ropas  con olor a tabaco o el aliento del carajillo familiar, esos mismos padres que entienden que es el colegio quien educa  ellos cumplen con dejarlos en la puerta.

Me preocupa ese camino hasta el colegio me hace pensar si ese es el mismo camino de la vida que espera a nuestros nietos y sobre todo si conseguirán su hueco en la selva que les espera.

COLEGIO Y ESCUELA DE CASA SE LLEVA

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona