Huelo a campo, a leña de encina a jara y tomillo a barro de trochas pinadas y
curvas huelo a viento de menta y romero a tronca de brezo y mata de
espliego huelo a libertad de horas y tiempo, juego a ser salvaje horadando
montañas sin más compañía que mi añoso bastón y un flaco morral hendido de pliegues que guarda mi espalda con mil
achiperres y en un agujero la frugal andorga
del pobre viajero y allá en lo más alto
en tocando el cielo una chabola con cuatro maderos techado de escobas de ulagas y brezos y en
medio de todo el tubo torcido de aquel
viejo humero que alienta seguro el viejo
brasero.
En llegando a la altura me atoro
y me aquieto y espero nervioso pues todo es silencio y tal que me giro al
hombro lo tengo, nervudo el abrazo nervudo y muy prieto abrazo de amigo cargado
en silencio y no afloja el garfio no afloja y lo siento pues rompe mis ayes
ahogando mi viento.
Está como siempre quizá más
contento pues ya no está solo pues tuvo un encuentro y en encontrado los dos
son un cuerpo; el uno es enjuto juncal y
despierto, la moza es morena negros sus ojos
limpio su acento; y es que en el rebufo de un tornado viento quiso que aquí
amarrara la Rosa sin techo. Los dos
suman cuatro pues dos arrapiezos veo en su regazo que fue esa la dote que vino
con ella mas dos mantas viejas trebejos
y trapos, el resto de cosas quedó ahí abajo pues no tuvo fuerzas, no quiso moverlas que allí fue su casa y allí fue el
desahucio que faltó justicia que faltó trabajo y aquí están sus manos añosas de
grietas más limpias y honestas que nunca hurtó nada tan solo trabajo y mucho destajo
mas vino la lacra y al punto del alba tumbaron su puerta a golpe de mazo.
Estaribel mas que mesa y de bayón
la silla inquieta, queso, miel y buena brasa sobremesa de brasero la de cartas
sin cartero y esencias de azuela y zacha
cretonas en los cojines y en el techo
como crines hay morcillas ya sin grasa, del gancho pende el zurrón y sin perder ocasión nos vimos
prestos los dos a golpe de buen porrón a dar a viandas repaso resultando ser
escaso el suministro aportado y no por mal calculado si no por mas repartido
pues el instinto dormido de los zagales convino que tripa sin estrenar y
garganta de dormido lo uno trae el roncar y lo otro de gaita tiene el sonido pues
no existe muradal si antes no se ha comido y en comiendo cada cual expulse lo
consumido que poco habrá de tarar el cuerpo que está dormido.
Y desandando el camino mis ojos
se encortinaron dejando a los que dejaron en mi mente su destino, mas voy
regando de piedras las trochas del recorrido por si el mazo del desahucio pone
en mi puerta su sino.
EL DESAUCIO REMACHA LOS
GRILLETES DE LA MISERIA
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