El tiempo se ha roto, la hora no cambia
en su caja de acero sucumbió en la riada,
el sigue marcando inmerso entre el agua
no sabe si es noche o tal vez madrugada
el sigue fielmente lo escrito en su cara.
Y ruedan sus ruedas marcando la nada
en un mar de lodo de gente cansada
paleando recuerdos que engulle la Dana.
No pidió socorro, ni supo se ahogaba
pues él no sabía que allí donde estaba
llegaría aún el barro que lo secuestrara.
Ahora yace inerte, teniendo grabada
la fe de bautismo en su piel nacarada
con el voto de amor a su moza enamorada.
La abuela lo perdió todo, todo lo que más amaba
pero guarda aquel reloj aún sin limpiarle la cara
lo trajeron entre lodos, a la ahora esposa amada,
no quiso quitarle el barro, no quiso cambiarle nada
temiendo se perturbase el brillo de su mirada
y dicen… que allá en la noche a punto de madrugada
el tic tac de aquel reloj se escucha bajo su almohada.
J. Hernández
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