Anoche
fui al cementerio, teniéndome yo por muerto
calcé
sandalias de esparto, camisola, y sin aliento
deambulé
entre sus tumbas y en un giro de mal viento
se
inclinaron los cipreses, se oscureció el firmamento
retumbaron mil tambores, la lluvia vino a mi encuentro
arrancando
a cuajo cruces, losas ,mármoles y cemento.
Empapado
y con temblores permanecí quieto, quieto
refugiado
en un rincón entre unas tumbas sin muerto.
Castañearon
mis dientes, me envolvió un frio intenso
sin
gritar yo oí gritar, sin oír sentí un gemir… quedo, triste, lento
lastimero,
angustioso, gutural, gorgojo de quien es muerto.
Arrebujado
en mi miedo quise escapar, al momento
dos
grafios como dos garras me sujetaron al tiempo,
yo
queriendo desasirme, las garras me tiran dentro
a
una fosa llena de agua con restos que fue de un muerto
y
gateo yo entre el barro, mis piernas ya no las siento
lucho,
trato de salir, resbalo, es mi muerte lo presiento
y
en aquel agua embarrada solo tengo un
pensamiento
decir
adiós a los míos, el cieno me engulle, ahogo en el mi lamento
me
dejo hundir ya sin fuerzas, ya me arrastra el que está dentro
lucho
con todas mis fuerzas, en ellas pongo mi intento
y
grito, grito entre el barro aquello que llevo dentro.
Si buena vida os quité, mejor sepultura
os di.
Se escucha entre bambalinas al director
del encuentro.
Aquí
está don Juan Tenorio, el de Zorrilla, nostálgicos
al
que beben, al que envidian, al que idolatran los clásicos
el
que tuvo los calzones y bombachas mas elásticos
asaltador
de conventos, timador de mentecatos.
Nacido
en Valladolid, pendenciero, sin recatos
esclavista,
lenguaraz, apostador de mil tratos
que
escapara en una mula, que se viera en mil conatos
traspasando
las fronteras con su pluma y sus retratos.
Frecuentador
de mesones, de alcobas y de orfanatos
murió
como ha de morir quien no atempera sus gastos
pobre,
viejo, trastocado, sin fortuna y sin boatos,
enterraron
lo en su tierra, cumplidos ochenta y cuatro.
No
lo lloréis, el os diría: jugar, beber, sin recatos
allanar
las mancebías y conventos mentecatos
beberos
la vida entera, no me seáis timoratos
y
si al acero os retaran hendir el vuestro ! canastos ¡.
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Más
llegados hasta aquí, pensar que todo es ficción
aplaudir
si así queréis al terminar la función
y
nosotros más felices si sacáis la conclusión
que
abusar de las mujeres, no merece admiración.
J. Hernández
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