El cabo de esclavos transita
indolente
Despierta con golpes, de alma
dormida
Patea vestigios; desechos de
gente
Rompiendo la noche de seres sin
vida
Nariz troquelada en cuerpo
sin vientre
Las piernas de escoba, la
izquierda torcida.
El golpe lo espanta, se engalla, se yergue
Rectando inseguro aun mal… se acluquilla,
Distingue entre ruidos las voces de gente
Lanzados cual lobos buscando maquila.
Tatuajes,
cadenas, clavos, pendiente
Brazos marcados con dosis de vida
Vigilada su boca por un solo diente
Cantadora en las noches por vil
calderilla.
Figones, tabernas, pensión maloliente
Hediondos portales, sutil bacinilla
Amparadora de mugre y olores
Humedades, vomiteras…escudilla.
Un zurrón es su caja de valores
Por despensa, negro pan, y una colilla
Que escudriña tanteando nuestro hombre
Despertando a quien llama coleguilla
Rebujada como está tirada en tierra
sus
miradas se cruzan, se comprenden
Se paran, se huelen, cambian jerga.
Alarga su mano temblorosa
Pide a
la mujer que no entretenga
Colilla, botella, charco, birra
Cariño, calor, desprecio, pena
Brazo flaco, hueso y vena
Chute, jeringa, dosis, gangrena.
Charco sucio negro espejo
Teniendo todo el cielo por diadema
Acaricia y acicala aquel antruejo
Al que atusa y recompone la melena
Y enhebrando su cintura pone un beso
En la cara de quien fue su Macarena.
En la calle Escudellers fue el desalojo
Mar de piedras enlutadas como escena
Camino de mil seres en ocaso
Pasarela de mil chutes en la vena.
J.
Hernández
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