jueves, 28 de noviembre de 2019

AQUEL PUÑETERO SEMAFORO


El semáforo que vigila la esquina de mi casa me conoce, el sabe que lo respeto y aguardo impasible sus indicaciones pero aquel día  estaba pensando en Babia y lo crucé en rojo. En mala hora lo hice; al otro lado de la calle un niño me llamó la atención: recriminó mi actitud me dijo que eso no se hacía y que siendo yo tan mayor debería dar ejemplo. Me puse rojo, balbuceé alguna escusa y en mi interior maldije el momento en que sin pensarlo seguí como un autómata a la pareja que me precedía, la llamada  al orden de aquel chavalillo me resultó ejemplarizante,  en ese momento decidí que debía compensar mi error pidiéndole perdón valorando además la entereza demostrada al reprenderme, sin otras señas que no fueran las que mostraba el anagrama de la mochila de su colegio decidí presentar por escrito mis excusas.

Sr. Director:
El pasado día  20 de noviembre cometí el grave error de cruzar en rojo el semáforo situado delante de su colegio, uno de sus alumnos que por la edad debe estar en primaria me llamó la atención, mi azoramiento fue tal que no pude disculparme. La finalidad de esta carta es primero felicitar al grupo de profesores por la educación cívica impartida y personalmente pedir  perdón al interesado por el mal ejemplo que he  podido darle.
También rogarle que trate de hacer entender a sus alumnos que la edad nos hace un tanto impacientes y  que si bien con los nietos extremamos las precauciones  cuando vamos solos hacemos de la calle un campo de pruebas intentando regatear coches y saltar a los bordes de la aceras como si de una olimpiada se tratara, esperar  a que cambie el color del semáforo es cosa de decrépitos abuelos y cruzarlo en rojo es prueba de vitalidad aunque en el intento acabemos por los suelos, que nos disputamos el bordillo de la acera porque para nosotros la emoción es solo comparable a la salida de una prueba de fondo y conseguir llegar al otro lado con el semáforo en rojo es un triunfo solo equiparable al haber culminado una escalada en pared vertical. La llamada de atención de su alumno me ha hecho reflexionar, es mentira que los abuelos nos volvamos niños porque a ningún niño se le ocurre cruzar una calle con el semáforo en rojo.

  Gracias por su atención, espero haga llegar al interesado mis excusas.

AL SEMAFORO CUANDO SE ENFADA SE LE SUBE LA SANGRE A LA CABEZA
                                                                                                J. Hernández

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona