martes, 16 de febrero de 2010

Historias de la mili

Hoy el abuelo ha restregado sus gafas una y otra vez, una noticia en la prensa le ha recordado sus tiempos de frío siberiano en Matacán haciendo guardia durante noches interminables en una garita junto al radar situado en medio de la nada y desde donde se supone se detectaba el paso de los aviones de entrenamiento.

En la escuela de pilotos de Matacán (Salamanca) nos dice: “Entrenaban como alumnos a muchos cadetes que camuflados con el uniforme militar se pasaban luego a la vida civil para pilotar como comandantes en aviones de líneas civiles, lo tremendo del caso es que para que ellos disfrutaran de un espléndido porvenir nosotros –sigue el abuelo- teníamos la obligación de servirles durante dos años dejando nuestro trabajo y con él nuestro futuro sin otra opción que la de obedecer sin rechistar bajo la amenaza de arresto y calabozo. Los gastos de aquellos entrenamientos, aviones, mantenimiento, revisiones y alojamiento los pagábamos entre todos los españolitos y nadie pedía explicaciones por la sangría económica que suponían para la nación aquellas carreras de altísimo costo de las que incomprensiblemente además del propio interesado se beneficiaban empresas civiles. Eso sí, los soldaditos que se espabilaran después como pudieran para buscarse el coscurro.”

Al enterarse por la prensa que grandes compañías como La Caixa, Albertis, Agbar, Caixa Penedes, Museo Picasso, IPM y hasta el mismo monasterio de Montserrat escogen para su seguridad entre los mejores jefes y policías sin que nadie les obligue a resarcir al erario publico las cantidades invertidas en su preparación, el abuelo se pregunta cómo es posible que en una democracia como la que vivimos ningún partido salga a la palestra para exigir la compensación de lo gastado en estos altos mandos que además obligaran necesariamente a duplicar el coste, porque será necesario preparar a otros aspirantes para cubrir las vacantes de los que marcharon. No entiende el abuelo que en un momento en que todo el mundo se empieza a mentalizar que hay que ahorrar gastos y cortar con el despilfarro, nadie proponga taponar esta fuga de millones, máxime si el que se marchó pertenecía a la policía ya que en este caso seguirá cobrando por haberlo sido y al mismo tiempo percibirá la nomina de la empresa que lo contrató.

Aquí el abuelo ha perdido las gafas de tanto restregarlas, no hay quien le haga entender que todo es distinto pero que nada ha cambiado, y dice ahora que tanto se habla del sueldo de los controladores aéreos y de reducir funcionarios que cómo es posible que nadie pida explicaciones de este otro desaguisado que tantos millones nos está costando.
El abuelo está perdiendo la cabeza, no es posible que lo que está diciendo sea verdad y es que como ahora quieren alargarle la edad de jubilación pretende darse de baja alegando extrañas demencias, y entre otras dice que por qué no le suman los dos años de mili a su vida laboral para no tener que seguir pencando ¡Cosas del abuelo!

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona