Dar en pensar en carencias y hambres de posguerra predispone seguidamente a compensarse los padecimientos con latigazo de espumoso y secante de polvorón que por ser materia de difícil entrañamiento no deja de requerir una segunda porción del de Penedés ya desvirgado y así entre, higos, nueces, polvorones y turrones más el rico asado ya ingerido se alarga tanto la sobremesa que para levantarla no se sabe si intentar el brinco con salto mortal o mejor dejarse rodar por el borde hasta encontrar el sofá protector que acoja nuestra andorga convertida en horno transformador, claro que este acogimiento supone llevarte los budeles hasta la misma tragadera quedando en tan precaria posición que la conversación se ralentiza y al segundo hocicamiento deja uno de ser persona para transformarse en roncador profesional con aspiraciones a trombón de varas.
Arrastramos estos días la barriga estramballada de tanto comer achumazos y rebañar cirimeneos, bien me veo yo reflejado en la figura de servidor de castoreño, con calzona arriescadita y chaquetilla a falta de tres varas para llegar a mis lomos, paréceme que en estos días la andorga se torna globo que a fuerza de retener gases crea dentro del ser una sensación de impropio padecimiento y he de decir en bien de quedar señor en educancia que uno en su padecimiento no alberga rencor alguno a los que en el fogón anduvieron entre cazuelas y pucheros; antes bien que a alabanciosos de sus excelencias nadie nos ponga condición ni medida, pero la gula que fue de siempre tenida por mala consejera se asomó estos días al aprecio de los manteles y no había giro de conversación ni gesto del ademán que no incluyera en su retorno la consecución de algún botín de guerra que rescatado por purita tentación no sucumbiera al abordaje; pues si bien el guiso picó de excelente no lo eran menos las salsas especiadas a las que algún rescaño de pan sirvió de empapador acompañante para que de ellas se hicieran los mejores parabienes y las mas repulgadas apreciaciones.
A disgusto nos ponemos cual asno en huerto ajeno por no tener medida ni comedimiento para entrarle al mantel con mesura y apaciguamiento; pero el espíritu se tiene por débil y la razón se entumece en favor del estomago que lejos de constreñirse por la responsabilidad se relaja cual alforja Sanchopancesca y ahí estamos todos haciendo votos de penitencia cartujana para corregir embutimientos y excesos de romana.
Si mi buen Dios me salva de este andorgamiento prometo abstinencia absoluta para despedir el año alejando mi pensamiento de pitanza o salazón que no acompañe razón.
SI DEL GUISO HICISTE ACOPIO PON TU SANGRE EN PERISCOPIO
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