Me nacieron el veintinueve de febrero y un barreño de
cinc fue mi primera cuna donde el agua
tibia y el genio de una vecina me acogieron renegrido y con buenos pulmones; el
rechazo al agua fue mi primera indicación de rebeldía pues al borde de aquel
caldero aseguran me agarré fuerte para no ser sumergido. Criselda la vecina me apodó
negrete nada mas verme y este apodo arrastré
mientras fui niño de barrio y de él no reniego pues por ser de mas
cariñoso me identificó entre los de mi generación.
Fue mi casa chata de altura con corral en la trasera donde gallinas y conejos
jugaban al escondite y en un rincón dormía una pila de piedra a la que hicimos cómplice
del ahogamiento de un caballo de cartón al que por ponerlo gordo le sentaron
mal las aguas y desmejoraron el aspecto hasta hacerlo irreconocible. Un tren de
verdad pasaba varias veces al día delante de nuestra puerta y eran los
maquinistas tan amigos nuestros que siempre correspondían a nuestro saludo con
los pitidos estridentes de sus locomotoras hasta que alguien nos despojó de
esta ilusión al asegurarnos que lo único que querían era advertirnos del
peligro de su proximidad.
Amador mi hermano de leche que no de sangre lo fue por que su
madre murió de resultas del parto y
según costumbre en la época el amamantar huérfanos debía ser normal debido al alto índice de
mortalidad a si pues compartimos leche y alternamos teta y no debió de irle mal
la sustancia pues él se llevó la mejor
parte y en él se vació la inteligencia y la inclinación al estudio pues llegó a
ser maestro en letras dejándome a mí las escurriajas del saber y el
empecinamiento en no querer.
Tiempo a que no se de mi hermano
Amador mas lo que sé es que es hombre bueno casado y con hijos más desconozco
si conserva los buenos recuerdos de
nuestra niñez y la emoción con que esperábamos sentados en el bordillo de la
acera el paso del tren hasta comprobar que nuestros amigos maquinistas nos
contestaban al saludo, tampoco si tiene los mismos recuerdos del carro y de las
mulas del señor Prudencio o los clavos que requisamos del banco de carpintero donde
trabajaba el señor Eladio o de su mujer la Señora Julia que nos socorría ante
cualquier contratiempo pero también nos largaba un pellizco a modo de saludo y el
paso de aquel buhonero que con su burra cargada con mil alforjas y aguaderas
transportaba el vetusto supermercado de golosinas donde altramuces, pipas, chufas, caramelos,
chicles, bolas de anís y el
extracto de regaliz eran objetivo de nuestra inversión dominguera.
Aquel fue mi mundo feliz durante cuatro o
cinco años ahora desaparecido y engullido por los grandes edificios de la expansión salmantina pero al que regreso
mentalmente cada vez que transito por la que ahora llaman pomposamente avenida
de Portugal de la capital charra, a esa universidad y a ese barrio debo buena
parte de lo que soy y la suerte de no haber sido.
EL LIBRO DE LA VIDA ES EL UNICO
QUE NO PERMITE REEDICIONES
Que recuerdos me trae este artículo tuyo.
ResponderEliminarMarqués de Caballero se llamaba tu calle, hoy como dices, la han ascendido de categoría a avenida de Portugal. A mí personalmente me gustaba más su antiguo nombre.
Dicen que todos añoramos nuestra tierra, y es verdad. Yo también quiero a tu Salamanca....Nuestra Salamanca.
Un abrazo, y que los dos, aunque vivimos en otra ciudad, podamos verla muchos años.
Querido Fede: Algunas veces he estado tentado en hacerte protagonista de alguno de mis escritos pero por el temor de no agradarte lo he dejado siempre en el tintero. Tus trabajos siempre meticulosos fueron siempre para mi un motivo de orgullo y mi meta imposible y hasta donde yo pude guardé con mucho cariño el juego del "Palet" que calcaste con tantisima precisión que resultó ser mejor que el original. Gracias por leerme. Un abrazo.
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