Resulta que en Europa ya no somos tan autosuficientes en materias primas, resulta que la llave del grifo del petróleo no está en nuestras manos y resulta también que sin petróleo tendremos que reducir el gasto limitando el consumo de plásticos y sus derivados. El precio de la gasolina hará que nuestros coches queden aparcados para ser utilizados solo en caso de emergencia derivando nuestros desplazamientos al transporte colectivo, la repercusión para el medio ambiente por tanto será positiva haciendo que disminuyan alergias, irritaciones y problemas bronquiales, el calentamiento global se reducirá facilitando la conservación del hielo en los polos y quizá la Antártida no sea noticiable por el desprendimiento de sus rápidos , las fibras sintéticas provenientes del petróleo dejarán paso a las fibras naturales de toda la vida siendo además fácilmente reutilizables, este nuevo sistema de consumo favorecerá la ganadería y el pastoreo de nuestros bosques evitará incendios y recuperará zonas forestales, campos y huertos familiares tornarán a ser cultivados, granjas y productores de proximidad serán nuestra despensa, la elaboración de productos caseros volverán a ser las delicias de nuestras mesas y orgullo de nuestras cocinas que atizadas con leñas de poda y recicladoras naturales de maderas desechables podrán también caldear nuestras viviendas, la escasez de trigo hará de las distintas clases de pan un artículo de consumo responsable sin rebojos en la basura, todo esto nos asegurará que no falte un chorrito de aceite de oliva para degustar los productos de nuestra cabaña y un vasito de vino para brindar con los amigos. ¿Es esta una mala vida?
La guerra de Ucrania nos asusta y nos llena de amargura,
escenas que nunca pensamos se producirían en Europa nos son suministradas en
toda su crudeza compitiendo en sangre y destrucción, nuestra capacidad de
asombro no parece tener límites y nuestro estupor e indignación no hacen sino
exacerbar nuestro ánimo en contra de esta barbarie, pero resulta más indignante
que esta masacre se desencadenara por la riqueza de sus entrañas, por la pureza
de sus minerales y la fertilidad de sus tierras. El mundo no quiere bajarse del
carro del consumo, el lamento por las victimas es amortiguado por el clamor
contra la escalada de nuestras tarifas consumistas, no poder utilizar nuestro
coche habitualmente es un ataque a nuestro orgullo y admitir ahora que el gran
despliegue económico fue un castillo de naipes es la gran verdad que cuesta asumir,
hacer donación de una cantidad tan ingente de ropa y medicamentos en tan poco
tiempo demuestra nuestra glotonería consumista y para más inri lo mejor de
nuestras costas están vendidas al becerro de oro moscovita al que hemos dado
toda clase de facilidades con tal de ser agraciados con el beneficio de sus
despropósitos
EL TSUNAMI TIENE LA LLAVE DE NUESTRA DESPENSA
J. Hernández
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