jueves, 12 de diciembre de 2024

 PELERINA BRASERO Y MANTA

Nuestra manta tiene vida propia no es que se mueva por si sola es simplemente que está siempre en el sitio oportuno  y en el rincón más hogareño, una mantita que arropó a nuestras nietas nos sigue arropando de mayores y lo que es más importante arropó a mi madre en uno de sus viajes en tren a Barcelona, es por tanto una manta de viaje ribeteada de cuero adornada con motivos ecuestres, estamos hablando de una manta que lleva con nosotros no menos de treinta años y con la que preveo seguiremos conviviendo mucho tiempo, es simplemente “la manta”. Mi madre fue persona practica y como el frio de Salamanca en otro tiempo era tenaz y contundente tenía a mano una serie de mantitas o mejor llamarlas “pelerinas” de punto hechas a mano que ofrecía a todo el que llegaba a casa con el fin de que cubriese la espalda que era la parte que no podía calentar el brasero, recordándolo siento que es su abrazo el que sigue dándonos calor a través de su manta.




Ahora mientras estoy escribiendo tengo un aparatejo que da calor a los pies, es una especie de soplillo eléctrico que no necesita badila para mover el rescoldo, ni tubo de lata como chimenea ni tampoco hay que sacar a la escalera hasta que haga brasa. Pero mi brasero eléctrico no sirve para calentar la cama ni tiene alambrera donde poder secar alguna prenda de ropa,  aunque tampoco me obliga a proteger con cartones las espinillas para que no me salgan “cabras” es lo que se llama un calefactor aburrido. Donde se va a comparar con aquel brasero del que si tenias un carbón de brezo infiltrado entre el cisco te podías “atufar” si detectabas chisporroteo te obligaba a levantar las faldillas o quien no se acuerda de cómo picaban los sabañones cuando te acercabas para calentar las manos y ya en el colmo de la efectividad había quien aprovechabel rescoldo para asar las patatas que después te comías con un poquito de sal aunque te abrasaras las manos.


Mis primos que vivían en el edificio del banco de España, no disfrutaban del brasero porque tenían calefacción central, ni tampoco tenían sabañones pero no disfrutaron como nosotros de la aventura de cada día del arte que suponía componer un buen brasero, con su cisco, su cenicita y por supuesto con su bote de aceitunas metálico perfectamente adaptado con cortes en la parte inferior para clavarlo cercando las brasas que hiciera tiro. Otra cosa importante era la alambrera que comenzaba esbelta como gitana en la feria de Sevilla y terminaba como el jorobado de Notre Dame, torcida y maltrecha por el propio calor que tenía que aguantar y los pisotones que entre los congregados a su alrededor le propinábamos al arrimar los pies recién llegados de la calle. Los tiempos han cambiado pero nadie me hará olvidar el calor hogareño de un buen brasero.


EL BRASERO ERA EL PEBETERO OLÍMPICO DE LAS CLASES HUMILDES

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona