Cuando te vi caído bajo el hacha traicionero
y sentí como llorabas tumbado ya en el suelo
sangrando por tus llagas, quebrado y sin consuelo
sentí la rabia inmensa de haber cortando el vuelo
de aquel que fue gigante, de aquel que fue el abuelo
de aquel que fue mi orgullo e imponente compañero.
Tus manos cercenadas cual las jarcias de un velero
yaciendo desmembradas en un rastro lastimero
me recordaron tus nidos, me recordaron tu celo
ofreciendo en tu atalaya, refugio para el jilguero
paraguas para la lluvia, sombra y hasta brasero.
No me pidas la respuesta, no la tengo compañero
solo fue por ser tan grande, solo por ser tan longevo
solo el miedo a tus ramas, solo al azar traicionero
que celoso de tu porte quisiera arrojarte al suelo
arroyando a tu paso otras vidas, sin quererlo.
Te lloro por verte muerto, guardando mi propio duelo
pues al firmar tu sentencia maté lo que yo mas quiero,
me quedo con tus raíces fundidas como un recuerdo
en la tierra que tu amaste las que te auparon al cielo
J. Hernández

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tiene a su disposición este espacio para sus comentarios y opiniones. Sea respetuoso con los demás