sábado, 10 de enero de 2009

LA VIEJA NORIA....... DE SALAMANCA A SANTIZ DE SANTIZ A BARCELONA

El viejo coche de línea nos traía medio “atoraos” de tanto traqueteo y olor a gas-oil, el desvencijado cacharro en manos de mi tío Valentín parecía desasosegado por llegar a su destino, podían oírse los bufidos del motor pidiendo agua ante una cuesta, soltando bocanadas de humo.

La aventura del viaje no tenía desperdicio, el motor se calentaba y había que quitarle la tapa que lo cubría para que se ventilara mejor, el aire interior se viciaba de tal modo que las ventanillas eran pocas para dar paso a tantas cabezas, que babeantes y compulsivas evacuaban sin remedio lo mas íntimo de sus entrañas.
Los pueblos del recorrido Calzada, Forfoleda, Torresmenudas, Aldearrodrigo, Zamayón, eran una constante caja de sorpresas, el coche de línea se convertía en estafeta de correos, portador de paquetes y encargos así como de noticias y sobresaltos. La baca salía de Salamanca llena con una amalgama de cacharros que parecía imposible poder encajar e iba encordada hasta parecer más voluminosa que el propio vehículo, empezaba a desgranarse en las paradas de cada pueblo, y banasta por aquí, cajón por allá, maletas por otro lado, maraña de cuerdas asegurando el contenido de alguna malparada caja de cartón y algún andelicordio para el hogar, hacían del coche de línea un muestreo de cirimeneos que describía perfectamente la vida de los pueblos y de su gente.

No pocos se acercaban a mi tío para que les explicaran como habían visto a la muchacha que tenían sirviendo, o al quinto que parecía no estar muy contento en el cuartel o para preguntar por aquella carta esperada durante meses pero que nunca llegaba.

La llegada a Santiz era para mí un momento emocionante, el huerto de mi abuela a la entrada del pueblo con un membrillar que parecía querer saltar la tapia para darnos la bienvenida y el cigüeño haciendo guardia junto al pozo como quijote en su vela de armas antes de hacerse caballero me decían que estábamos en casa.

La misma plaza era el dormitorio del rebaño de cabras, el olor y el ronroneo de sus esquilas ponían el contrapunto al vuelo rasante de los vencejos, gorriones y estorninos que dormían amparados por el nido de cigüeña instalado en la espadaña de la Iglesia.

Nada más llegar, y después de los obligados achuchones de mi abuela, el olor a humo que se percibía nada mas transponer el portón de la entrada me relajaba de todas las aventuras del viaje, y sólo el abrazo de la lumbre y el crepitar de las brasas parecían despertar en mí la sensación de haber llegado a la tierra prometida.

El verano se dividía entre montar en burro ir a las eras, acompañar a regar a las huertas, acercarnos hasta la fragua del pueblo para ver enderezar aperos, afilar rejas y encastar los aros de la rueda de algún carro desvencijado y todo lo que suponía aventuras sin pensar en las consecuencias, hasta que mi abuela que nos lanzó aquella despedida de: “Iros, benditos de Dios y cagaos de las moscas”. La pobre mujer no hacía vida de nosotros y le dábamos unos sustos tremendos al desaparecer durante horas por acompañar un acarreo o por aparecer después de haber encalcado la paja de varios carros con la ropa menos apropiada.

Cuando después de muchos años he regresado a mi Santiz ya no es el que yo recuerdo, la concentración parcelaria acabó con muchos rincones entrañables, la emigración diezmó su población y sólo el arraigo de unas cuantas familias mantienen en el pueblo costumbres y añoranzas.
De regreso a Salamanca me he parado en el cruce de Palacios para retener imágenes, el pueblo sigue su vida ahora con ruido de tractores y antenas de televisión en sus tejados, algún ganado presta el sonar de sus esquilas a mis imágenes, la espadaña de la torre sigue acunando cigüeñas y la desvencijada noria que en su tiempo fue la envidia del entorno se deja morir por abandono.


VIEJA NORIA

Vieja noria mía, herrumbrada y rota,
Canjilones dormidos que la hiedra arropa,
Los tules de plata que cubren tu boca
Me dicen que el tiempo tejió una losa.

Recuerdo tus tardes frescas del verano,
Recuerdo tu agua brincando en mi mano,
Las matas preñadas, la aceña rasando
La vieja botija en ti refrescando

Tu tapia de huerto de piedra arropando
El portón, que de viejo se mueve arrastrando
El cierre seguro de puerta sin amo,
Corona y muralla, de reina del campo.

Vieja noria mía, ya somos pasado
Mamé de tu fuente, bebí de tu agua,
Tú tienes legañas, herrumbre, chatarra,
Yo tengo costuras, que marcan el alma.

Vieja amiga mía, reposa y descansa
Mas no dejes nunca que enturbien tu agua
Que siempre recuerden por limpia y por clara
Y sólo quisiera que algún nieto mío pudiera probarla.




1 comentario:

  1. Me ha encantado encontrar un blog hablando de Santiz,pues yo también soy de santiz y al igual que a ti las circunstancias me han llevado a vivir fuera de Santiz , ahora vivo en Granada. Un saludo.

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona