jueves, 8 de enero de 2009

FABRICANTE DE SONRISAS

Yo, reciclador impenitente, he llegado a casa con la conciencia de haber tirado a la basura lo más atractivo que los juguetes de mis nietas tenían. Me he visto rodeado de cajas y envoltorios de lo más llamativo, coloreados con unas ilustraciones realmente sorprendentes y unas posibles aplicaciones que con no mucha imaginación podrían ser infinitas; estos reyes magos no saben lo que hacen.

Cajas de muñecas con fotos tan fidedignas que parecen naturales y casi a tamaño real, reproducciones de camiones, coches y todo cuanto pueda imaginarse en un alarde de colores y detalles que en otro tiempo con una tijera y un tirachinas podría dar lugar a un juego más interesante y entretenido que cualquiera de los automatismos actuales.

Los juguetes de ahora juegan solos, no hace falta imaginación, sólo apretar un botoncito y el aparatejo tan carísimo hace lo que el programa le indica, pero ¿qué pasa cuando el dichoso cacharro repite una y otra vez la misma cosa y el niño de turno le da la primera patada? El juguete costosísimo queda relegado al rincón de los desechos sin más utilidad que lo que las pilas de turno puedan dar de sí.

Tengo la experiencia de haber jugado con mi nieta durante horas con un simple tablero y la silueta de unos zapatos que unas veces parecía calzarlos pulgarcito y otras podían ser cobijo de un pajarillo despistado al que la noche se le había echado encima en medio del bosque. Su boquita entreabierta cuando me escuchaba y sus preguntas puntualizadoras cuando la improvisación de una segunda versión me traicionaba son una imagen que almaceno como un recuerdo entrañable, cosa que no me ha sucedido viendo como el último juguete de moda juega solo y termina por aburrir a la niña y cansar a todo el que la rodea.

Otro recuerdo de reyes, hablando de reciclaje, fue cuando parecía que mi casa en Salamanca quedaba fuera de la ruta de los reyes magos y como no me parecía justo que mis hermanos pequeños se quedaran sin juguetes, decidí convertirme en fabricante y ese año les trajeron una pista de coches con gasolinera, garaje de dos plantas y un sin fin de coches en miniatura. No sé si a mis hermanos les haría tanta ilusión recibirlos como a mí fabricarlos, pero de aquel juguete disfrutamos todos, menos la vecina del piso de abajo que por tener que fabricarlos con nocturnidad, padeció los insoportables golpes de martillo que podemos imaginar.

Ahora esto parece inconcebible, los niños disfrutan de los juguetes mientras los abren y, una vez vista la sorpresa, siguen abriendo paquetes sin dar demasiada importancia al que descubrieron con anterioridad para terminar jugando con el globo que servía de adorno o con la caja que tenia una ventana transparente para mostrar su contenido.

Queridos reyes magos, yo seguiré fabricando los juguetes porque es la única manera de que me echéis el interés de mis nietas, su carita emocionada y un dialogo personal que con nadie más puedo repetir, si eso se pudiera comprar tendríais en mí vuestro mejor cliente, pero mientras tanto seré el más ilusionado fabricante de sonrisas del mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tiene a su disposición este espacio para sus comentarios y opiniones. Sea respetuoso con los demás

Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona